Escocia

Campos de EscociaLo lindo de pedalear por estos países de Europa es que las distancias entre las ciudades son muy cortas, por ello desde la frontera con Inglaterra hasta Edimburgo me demoré apenas un día. Aunque fue una de esas pedaleadas bien sufridas, porque precisé de 8 horas para atravesar sus 105 km que las separan; el viento en contra estaba más fuerte que nunca y la lluvia aparecía de a ratos.

Pero si hay una cosa que fue sublime camino a la capital, fueron los paisajes. Y éstos compensaron lo otro.

Al igual que Gales, Escocia es un país independiente de Inglaterra, con asambleas legislativas propias, con su propia lengua gaélica y sus tradiciones. Su capital, Edimburgo, es el segundo centro financiero de Gran Bretaña después de Londres y la sede del nuevo Parlamento escocés.

Casco Antinguo, EdinburgoLlegué a la capital de noche y con mucho hambre, por ello me detuve en una pizzería y gracias a la generosidad de su dueño me comí una pizza gigante que la saldé con una de mis fotos. Luego recorrí 6 albergues antes de hospedarme, casi todos tenían el mismo problema, al menos para mi y mi bicicleta: eran varios pisos a subir por escalera.

En el albergue conocí a Flavio, un brasilero que había llegado a Escocia para estudiar inglés. Según me contó se había formado en abogacía; pero para sustentar sus estudios trabajaba en la limpieza del hostal. Como Flavio, había gente de otras nacionalidades, principalmente españoles y casi todos limpiaban por 5 pounds la hora. A ellos no les importaba que tan duro era el trabajo, porque todos, aunque sea por unos meses, tenían la misma meta: aprender el inglés y tener otra experiencia de vida.

Permanecí en Edimburgo unos días; junté algo de dinero vendiendo en los alrededores del castillo y subí la gran colina en las afueras de la ciudad. Que bonito se ve todo desde arriba.

Rumbo a Glasgow – Km 35.866

Mi camino a Glasgow también fue con viento en contra con algunas lluvias y muchas subidas y bajadas, pero solo fueron 85 km.

Con la gaitaGlasgow es la segunda ciudad de Escocia que vivió su era dorada durante la Revolución Industrial del siglo XIX. Aquí permanecí dos días, donde en vano, busqué hasta mi cansancio un taller para soldar una pieza de mi bicicleta. Al final conseguí entender que no hay talleres, que si quiero soldar algo, por más simple que sea el trabajo, debo encargarlo, dejar la bici y esperar por lo menos una semana. Esto es lo que llaman primer mundo?

Una tarde según me contaron, quisieron llevarse mi bicicleta, la había dejado en la vereda mientras hacía unas compras y a la salida fui abordado por un hombre muy exaltado que me recriminaba por haber dejado mi bici así, al descuido. Según me contó alguien se acercó, la tomó pero la dejó.

En realidad no entendí muy bien, el hombre estaba muy nervioso. Y aunque es cierto de que no le había puesto el candado; ¿por que no se la llevaron? Tal vez por el peso de la bicicleta. Al menos sé ahora que debo tener más cuidado.

Finalmente desde Glasgow pedaleé otros 65 km hacia Tron, de donde tomé el barco para Belfast, la capital de Irlanda del Norte.

Campos de Escocia

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