Sur de Italia

Camino a Nápoles

Claudia y los suyosEl lunes 1 de noviembre de 2005 dejé Roma, el cielo estaba nublado y hacía bastante frío. Por ello sobre el final de la tarde comencé a preocuparme donde dormiría. Pero que sorpresa me llevé cuando en plena duda me abordó un auto con tres personas gritándome: “Pablo, Pablo!!!!” No lo podía creer, en el auto iba Claudia y su hijo con su novia; a Claudia la había conocido en Portugal 4 meses atrás mientras vendía mis fotos en la calle; y por ello, sin dudarlo ella me ofreció descansar en su casa unos días. Allí conocí a su familia y a sus amigos de Reiki. Y que bien me sentí entre ellos.

Pasados dos días el clima cambió y retomé la ruta en dirección sur por la costa. Así atravesé Latina y Terracina y acampé en la playa de Sperlonga, un pequeño centro turístico que se mezcla con los diferentes cultivos de los campesinos. A diferencia del norte, la gran mayoría de sus habitantes poseen huertas, con fines comerciales o al menos para consumo propio.

Nápoles

MercadoA lo largo de mi viaje por Europa, en el que empleé casi dos años, fui advertido varias veces sobre el sur de Italia, principalmente sobre Nápoles. Gente de diferentes países inclusive los mismos italianos me advertían sobre los peligros de una ciudad caótica, llena de inmigrantes y donde los robos a mano armada son frecuentes. Nada diferente a la realidad de Argentina, pensé.

Así con un poco de miedo ingresé a Nápoles, pero con el correr de los días me fui olvidando de mis temores y me fui integrando al desorden de sus calles dejándome envolver por la calidez de su gente. Para el día de mi partida ya contaba con una lista de teléfonos y direcciones de personas que me habían ofrecido sus casas para hospedarme.

Todavía para muchos napolitanos el mito de Maradona sigue presente, era fácil encontrar alguna foto del Diego en las paredes de viejos bares o pequeños negocios; no tengo duda que gracias a Maradona la afinidad entre napolitanos y argentinos seguirá existiendo por siempre. Me contaban que cuando Diego jugaba en el Nápoles, los pasaportes argentinos robados eran los únicos que aparecían, los enviaban a la casa de Diego.

Sus callejuelasNápoles es una ciudad única, situada a los pies del Volcán Vesubio fue fundada por los griegos en el 600 a.C. y desde entonces ha sido gobernada por diversas potencias extranjeras. Las calles del centro son como un laberinto y sus casas a menudo eran tan pequeñas como una sala, bastaba con caminar y avistar a través de las puertas o ventanas como en un ambiente se mezclaba la cocina con alguna cama. O ver como toda una familia comía en un pequeño espacio frente a un televisor.

Sin duda el concepto de la familia en el sur de Italia es más tradicional, obviamente que el factor económico influye en esto, pero en más de una ocasión conocí jóvenes que podrían vivir solos, pero por una cuestión de hábitos, todavía vivían con sus padres y sus abuelos.

Finalmente dejé la ciudad tras juntar algo de dinero con mis ventas en el Vomero y en la vía Toledo, en el casco antiguo; y me dio pena porque si no hubiese sido por el invierno que se avecinaba me hubiese quedado algunas semanas más, porque Nápoles merece la pena.

Costa Amalfitana

PompeyaCuando dejé Nápoles me dirigí a Pompeya, la ciudad que fue destruida por una erupción del Vesubio en el año 79 d.C. y que permaneció sepultada bajo piedras y cenizas hasta el siglo XVIII cuando se iniciaron las excavaciones. Y a decir verdad fue una de las visitas que más me gustó en toda Europa, ver a toda una ciudad en ruinas me resultó impactante.

Mi próxima parada fue Sorrento donde fui muy bien recibido por Gianluiggi y todos sus amigos y luego a través de la costa Amalfitana me dirigí a Positano, según varios comentarios sería una de las rutas más bellas de mi viaje, pero no me pareció. Puede que ya haya visto demasiado, o que mi concepto de playas y costas sea más relacionado a zonas tropicales como Brasil o África, donde abunda la vegetación de palmeras y donde existen extensas playas de arena blanca. Pero aquí en Europa las playas son chicas, muchas veces sin arena y con una vegetación muy pobre. De todas maneras la ruta me pareció bella pero quizás si no me hubiesen hablado tanto de la costa amalfitana me hubiese gustado más.

De igual manera me sucedió con Capri, una isla pintoresca situada en el golfo de Nápoles, con un colorido puerto pero también con mucha roca y poca playa.

Por momentos me convenzo de que el concepto de belleza entre Sudamérica y Europa es muy distinto.

Sardegna y Sicilia – km 48.785

SardegnaLlegué a Sardegna de barco desde Nápoles y junto a mi llegada comenzó una ola de frío que marcaba el inicio del invierno, era mediados de noviembre. Y fue una pena, porque Sardegna es quizás la isla mas bonita del mediterráneo, lejos de las antiguas colonizaciones y de las grandes masas de inmigrantes, la isla es un lugar auténtico como pocos en el mediterráneo, con muy buenas playas y según me explicaban en la temporada con un turismo que no la sobrepasa. Trabajando varios días en la calle pude relacionarme con su gente: los Sardos; y me parecieron de los más sociables, si los comparo con los Sicilianos, los ibicencos o los mallorquines.

En Cagliari me recibió Enrico, un motoquero que había conocido meses atrás en Génova, él también ya llevaba muchos km de ruta.

Y pese al frío me aventuré a recorrer un poco la isla, yéndome hasta el norte, conocí Alghero y la Costa Esmeralda entre otros lugares.

En SiciliaDías después me tomé otro barco para Sicilia. Desembarqué en Trapani con más frío y lluvia de lo que esperaba, pero la isla así y todo se veía tan bella como me la habían descrito. Tras un par de días de viaje llegué a Palermo, la otra gran y peligrosa ciudad de la que me habían advertido. Pero tampoco lo sentí así; también allí conocí gente linda, por ello Sicilia pese al frío y sus lluvias quedarán en mis mejores recuerdos.

Finalmente partí de Italia con bastante dolor, me hubiese gustado quedarme más tiempo, principalmente en el sur, siento que algo quedó pendiente, pero no tuve opción, el frío me obligó a embarcarme a Túnez.

Ojalá que mi bicicleta me traiga nuevamente a este país hermano, donde comprobé que la hospitalidad de su gente es de la mejor que he conocido en Europa.

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