Finlandia, con sabor criollo

Llegué a Helsinki, la capital de Finlandia desde San Petersburgo en un crucero. El barco navegó toda la noche y llegamos a media mañana. Era un día muy ventoso y a pesar de que estaba soleado hacía mucho frío. Enseguida que desembarcamos me dirigí a la plaza de Mercado “Kauppatori” donde los habitantes de Helsinki acostumbrados a los largos inviernos disfrutan del sol en los días de verano.

Allí existe una gran feria que reúne a comerciantes de comida, de ropa y artesanías. Entre ellos acuden desde muy lejos los labradores isleños que llegan en pequeños barcos de madera para vender sus productos frescos, como frutas o papas que cultivan en sus huertas. Según me contaba la gente del lugar: tal y como lo hicieron sus antepasados.

Vendiendo en el mercado.Por ser los últimos días de verano, encontré muchos turistas provenientes de Italia, España y hasta de África y eso se vio reflejado en mis ventas, inclusive muchos finlandeses se mostraron pujantes, contribuyendo, con mi vuelta al globo.

En Estonia me habían dado el teléfono de un argentino, por ello antes de buscar hospedaje, lo llamé. Sus amigos latinos lo llaman el “Che” y al contarle sobre mi viaje enseguida me ofreció alojarme en su casa.

El “Che” llevaba en Finlandia 15 años, en Argentina trabajaba como policía y según me contaba siempre fue una de esas personas que soñaba con viajar. Por ello cuando trabajando en Mar del Plata conoció una finlandesa, tras una corta historia de amor viajó para Helsinki y al poco tiempo se casó y tuvo un hijo.

Durante el asado que organizó con sus amigos latinos, entre ellos: peruanos, mexicanos, salvadoreños y colombianos, me contaba que allí las condiciones de vida son mejores, pero que en lo personal la vida es dura. “Mis verdaderos amigos son los latinos, me decía, a pesar de que hoy hablo fines, es muy difícil juntarse con un finlandés para compartir aunque sea una charla o una comida. Somos muy distintos, los inviernos aquí son muy largos y hace mucho frío y la gente parecería que por costumbre no sale de sus casas.

Compartiendo con el Che un poco de su soledad, me convencí que no hay lugar mejor para uno que su propia tierra, con su idiosincrasia, su gente y sus desaciertos. Hoy el Che está separado, pero continúa con la idea de formar una familia, quizás esta vez tenga suerte con su nueva novia rusa.

Tras el asado nos fuimos todos para una disco latina y la pasé muy bien; las rubias del lugar morían por los peruanos.

Un sponsor Finlandés

En mi recorrido por África nunca llevé demasiada ropa, su clima tropical o desértico en el norte del continente no me demandaba a hacerlo, pero aquí en el norte de Europa, el clima frío y lluvioso cada vez hacía más difícil mis pedaleadas.

Por ello durante mi estadía en Helsinki, me comuniqué con la gente de Halti, la marca de ropa deportiva con más tradición en el país. Y tuve suerte, al saber de mi aventura no dudaron en equiparme con todo lo que necesitaba; gracias Halti.

Finalmente permanecí en Helsinki unos cuatro días, y me gustó, es una ciudad de medio millón de habitantes que recibe el nombre de “Ciudad Blanca del Norte” por sus edificios neoclásicos blancos, construidos por los gobernantes rusos en el siglo XIX.

1- Con el CheEl domingo por la mañana partí con el “Che” que me acompañó en su bicicleta hacia el oeste, en dirección Turku, al menos esa era la idea. Pero el Che que muy convencido arrancó pedaleando a fuerte velocidad por el camino cierto, me mostró que sus años de ciclista habían quedado en el olvido y en el km 50 acabó acalambrado y confesándome que habíamos errado el camino. Me costó creerlo, llevaba 15 años viviendo allí y todavía no sabía cuál era la salida de la ciudad hacia Turku. Sin duda era un colgado!!

Camino a Turku – Km 34.668

La pedaleada a Turku fue más larga de lo prevista y siempre con un fuerte viento en contra o de un lateral y por momentos con lluvia.

El paisaje por esta zona fue muy monótono, Finlandia es un país que tiene un tercio de su superficie cubierta por bosques de pinos y el resto en su mayor parte está cubierto de agua, con más de 180.000 lagos, numerosos ríos y extensas zonas de humedales. Según me habían dicho sólo en la zona del círculo polar ártico los paisajes son de una belleza espectacular. Pero este no era mi camino, los días se empezaban a acortar y todavía me restaban muchos km hacia le sur.

Durante todo el día pedaleé hacia Salo y llegué casi sin fuerzas, pero para mi alegría había otro argentino que me esperaba. Su nombre era Sergio y había abandonado Argentina por una cuestión de seguridad, en la época del boleto estudiantil. Tras unos años por Sudamérica, por Europa y hasta por Asia se radicó en Finlandia, con su rubia de sueños que había conocido en Italia y hoy está casado y con dos chicos, pero también me pareció que es otro de los que no se integra al tipo de vida finlandés.

Finalmente llegué a Turku. Gracias al Che fueron 200 km, pese a que entre Helsinki y Turku existen solo 165 km. Allí me recibieron otros cuatro chicos argentinos y la esposa de uno de ellos. Ari y Romina, Pablo, Lucho y Diego. Cuatro pibes que se escaparon de Independiente y Deportivo Español para venir a jugar fútbol a Finlandia. Ari esta jugando su cuarta temporada, y Lucho fue uno de los goleadores el campeonato pasado. Hoy a unos partidos del final del campeonato pelean la chance para entrar a una de las copas europeas.

El invierno aquí es muy duro me contaba Pablo, por nuestra cercanía al círculo polar ártico los días son muy cortos, el sol sale a las 10 a.m, y a las 15.00 ya es de noche, y por lo general los días son lluviosos o con mucha nieve. Ves esto me dice Diego, las ventanas son triples, tienen 3 capas de vidrios que se cierran herméticamente al mismo tiempo; el frío aquí puede llegar a 30 grados bajo cero.

Sin duda, los pibes aguantaban porque estaban hermanados como una familia, pero no había uno que no me dijese que no veía la hora de que finalice el contrato para volverse.

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