Costa Azul

Km 45.355 – Rumbo a Marsella

Con frío, lluvia y viento del carajo desembarqué en Sete, tras un viaje de dos días desde Marruecos, el barco salió con atraso y debido al mal tiempo nos demoramos 12 horas. Mucha gente en el barco pasó mal, y fue muy cómico porque en el segundo día se movían hasta las sillas con las personas sentadas en el restaurante. Pero también me asusté porque por momentos pensé que viviría una historia como la del titanic.

Por tercera vez ingresé a Francia, pero esta vez, camino a Italia, y por la costa azul. Enseguida que dejé Sete, llegué a Montpellier, y la fuerte lluvia me obligó pagar un hostal y esperar por el buen tiempo.

Puerto antiguoTras un par de días de ruta llegué a Marsella, donde otra fuerte lluvia me recibió. Era el final del verano y por algunas horas la ciudad se inundó. Pero Marsella es hermosa. Tiene el mayor puerto del país y es la ciudad de importancia más antigua de Francia.

Un lugar cosmopolita donde habita gente de todos lados, y por ello un poco peligrosa.

Durante mi estadía viví un par de episodios, y no de los mejores. Cuando me dirigí a un restaurante árabe para comer un kebab, un chico de Marruecos, al ver su bandera en mi bicicleta se conmovió y se ensañó en que él me invitaría el sándwich, pero noté que al ser amigo del dueño, él lo pagó menos. Y al dueño no le gustó. Pero la discusión explotó cuando tomó una gaseosa para mí, pese a que yo sólo pedí un vaso de agua. Pero era obvio, el marroquí también pagaba al costo la bebida, y el dueño que estaba trabajando dejaba de lucrar por el capricho de su amigo.

Lo cierto que intenté apaciguar la discusión, queriendo pagar mi cuenta, o al menos la diferencia, pero al que a esta altura era mi nuevo amigo, se negó rotundamente y la gaseosa que ya estaba abierta se la tiró al dueño del local por la cabeza, llamándolo de racista. Y que despelote se armó. Se metieron a discutir varios marroquíes que estaban en el lugar y yo tuve que abandonar el lugar tan rápido como pude y sin comer mi kebab.

Un rato después paré en otro restaurante, y al final me comí el mismo sándwich, pero que mal me cayó, porque por cuatro días tuve un ataque al hígado terrible y un fuerte dolor de cabeza.

El segundo episodio en Marsella, fue porque uno de esos locos que frecuentan la calle también se ensañó conmigo, al decirle que no hablaba francés. Comenzó a gritarme desaforadamente y por un momento pensé que me iba a romper la cara de una trompada, el negro me sacaba una cabeza, y por lo menos unos 20 kilos. Pero al fin se calmó cuando por segunda vez me dijo un montón de cosas en un tono bravío y me preguntó si le había comprendido. Esta vez lo miré fijo pero con mucho miedo en mi interior y le contesté: “si te entendí” y no le erré porque el negro se calmó y se fue. Pero demonios pensé, como un simple comentario puede hacer que me partan la cara!!!

Pablo Garcia - Vuelta al Mundo en BicicletaFinalmente dejé Marsella tras un buen día de ventas, y tras conocer a Christophe, un francés que hablaba español, y que había viajado por el mundo de moto. Él me presentó a Thierry, el dueño de “Le marseseillais” una marca de remeras, quien me obsequió algunas de ellas para cambiar mi viejo vestuario.

En la costa Azul

La dura pedaleada por la costa azul, se extendió a lo largo de una semana, entre largas y reiteradas subidas y rápidas bajadas. Así fue que visité Cassis, La Ciotat, Toulon, Saint Tropez y Cannes. Todos lugares paradisíacos pero también muy caros. Por ello antes del anochecer buscaba un lugar en las afueras de las ciudades para armar mi tienda. Algunos de ellos, fueron acantilados frente al mar, con las mejores vistas, como si fuese uno de los más ricos turistas que paga por una de las mejores vistas; y otras veces en el medio de algún bosque o frente a un lago, con una vegetación tupida y con centenas de mosquitos. Como sufrí!!!

Pero acampar en cualquier lado no me brinda mucha tranquilidad. Ante el mínimo ruido, que puede ser un pájaro o el viento, alucino que puede ser un animal, (no sería la primera vez) o en el peor de los casos algún maldito cabrón que desea robarme. Todavía tengo presente aquella noche en Kenia… y no siempre puedo dormir tranquilo.

La Costa Azul, es sin lugar a dudas, el litoral más exclusivo de Europa. Famosa por los ricos y famosos que la frecuentan, permanece activa durante todo el año, por su buen clima, por sus playas y por su vida nocturna.

NizaTras dejar Cannes, donde realicé algunas ventas, llegué a Antibes, y luego a Niza, uno de los complejos costeros más grandes de la costa mediterránea que posee el segundo aeropuerto más transitado de Francia. Pero en realidad no me agradó mucho la famosa capital de Cote d´Azur, porque pese a que su mar es de un gran color turquesa, sus playas no son de arena, sino de pequeñas piedras y de color gris.

Mónaco, al menos tiene una playa artificial, un pequeño principado de 1,9 km cuadrados con rascacielos y un gran casino; gobernado, desde su existencia, por la monarquía de los Grimaldi, cuando le compraron a los genoveses las tierras en el año 1297.

Finalmente llegué a Mentón donde pasé mi última noche, porque mi próximo destino era Italia.[:en]

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