Zanzibar

Zanzíbar es una isla casi perfecta. Apenas llegue me di cuenta que este lugar es ideal para descansar. Allí hay de todo, y aún… algo más.

Km. 20.960

Dicen que Zanzíbar es la perla de la costa este de África, por eso cuando estaba apenas a unas horas de sus costas, cargué mi bici en el ferry y fui a conocerla.Es una isla grande que abarca más de 100 kilómetros de largo por otros 30 Km. de ancho. Sus playas son simplemente paradisíacas, con un mar turquesa y arenas blancas.

El sur es la parte más virgen. Allí en los pueblos de pescadores, todavía viven en casas de piedra que se mezclan con antiguas ruinas. El norte es una zona más aprovechada, con grandes complejos hoteleros muy lujosos y enormes playas, aunque también, existen lugares más rústicos como alternativa para quienes no tenemos tantas pretensiones o una billetera tan abultada.

El turismo es la principal industria de la isla. Viene gente de todos lados, por eso mientras la recorría con mi bicicleta, muchos chicos me saludaban en diferentes idiomas tratando de adivinar mi origen.

En mi camino me encontré con quienes mejor conocen este mar, ofreciendo luego de la jornada de trabajo a sus mejores ejemplares. También estaban los que cogían peces más pequeños y en mayor cantidad. Dicen que Zanzíbar es la isla de las especies. Allí podrás comer lo que quieras y siempre será fresco: diferentes tipos de pescado, pulpo, calamar, langosta, camarones, y la lista sigue.

La población en Zanzíbar es de 400.000 habitantes, en su mayoría musulmanes. Pero también conocí a varios refugiados de diferentes rincones del planeta. Como aquel nigeriano que prefirió cambiar los conflictos civiles de su país por un pedazo de paraíso, y me contó el problema de su pierna hasta conmoverme, hasta convencerme de ayudarlo con algunos dólares para sus medicinas. O Jordi, el instructor de buceo español que asegura que en el lugar del mar al que él te lleva, todo puede verse.

Sencillamente un paraíso con muchas opciones, como sostenía Halima, una morena musulmana y voluptuosa. «Si luego de varios días en la isla aún te sientes estresado, te recomiendo que pruebes con uno de mis turnos» me dijo una tarde con tono desafiante.

Yo no estaba estresado, pero por miedo a estarlo pagué los 3 u$s de la sesión de 15 minutos y simplemente me le entregué, como ella lo pedía. Deseaba que el tiempo nunca se acabara, y que sus manos no dejasen de masajear el aceite de coco sobre mi cuerpo que se relajaba en una reposera, bajo una sombrilla, justo frente al mar.

No sé si fue por el lugar, por la negra o por los masajes, pero estoy seguro que ese momento quedará como uno de los más placenteros recuerdos de este paraíso; Zanzíbar.

Leave a comment

Captcha loading...