Timor del Este

Timor del Este – Km 95.425

Cuando crucé la frontera a Timor del Este, entendí que me encontraba en uno de los países más jóvenes el mundo, y pese a que era muy poco lo que conocía de esta nación, tuve la sensación de que ya había estado allí.

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La historia de este país no es muy diferente a la de otros que ya había atravesado. Indagar acerca de Timor del Este era como recordar mi paso por Mozambique, Eritrea o incluso Vietnam.

Los portugueses fueron los primeros europeos en llegar a Timor a inicios del siglo XVI, la madera de sándalo abundaba en la isla y era utilizada para la industria mobiliaria y perfumera. Durante cuatro siglos los portugueses explotaron el territorio para fines casi siempre comerciales, beneficiándose de los recursos naturales de la isla sin apenas mejorar el desarrollo del territorio. No fue hasta la década del 60 que la capital Dili dispuso de luz eléctrica y hasta la década siguiente de agua potable, sistema de drenaje, escuelas y hospitales. El resto del país, sobre todo en las áreas rurales, continuaba atrasado.

Con la caída de la dictadura de Salazar en Portugal, Timor, al igual que otras colonias portuguesas, reclamó su independencia, pero el enfrentamiento ideológico entre los bloques “occidental capitalista” y “oriental comunista” se apoderó de ésta pequeña isla que apenas sobrevivía. De esta manera, con la aprobación de EE.UU y Australia, Indonesia, que era el principal bastión para frenar el avance del comunismo en el Sudeste Asiático, invadió Timor en 1975. (Se presume que la razón por la cual Indonesia ocupó Timor es por las grandes reservas de petróleo y de gas natural que existen en el mar territorial de éste.)

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Los miembros del FRETILIN (Frente Revolucionario de Timor del Este Independiente) abandonaron Dili y otras ciudades importantes y se ocultaron en las montañas y selvas, donde continuaron la lucha. Centenares de aldeas fueron destruidas por los bombardeos del ejército indonesio y gran parte de los bosques del país fueron quemados. El resultado fue un cruel y brutal genocidio de la población timorense, conocido como el mayor genocidio proporcional a la población de un país jamás verificado: más de 200.000 muertos, en una población que en 1975 se calculaba en 650.000 hab.

En 1998, con al renuncia del Gral Suharto en Indonesia, su sucesor Habibie anunció inesperadamente la convocatoria de un referéndum de autonomía para Timor del Este, mientras que la parte occidental fue anexada por Indonesia. El 78 % de la población votó a favor de la Independencia y aunque el gobierno de Indonesia había prometido respetar los resultados de la votación, que contaba con el respaldo de la ONU, las milicias pro-Indonesia apoyadas por el ejército masacraron y saquearon el país. La condena internacional acabó en el envío de tropas de paz de la ONU en 1999 que constituyó una administración temporal durante la transición a la independencia, que finalmente fue alcanzada en mayo del 2002.

En la actualidad Timor del Este cuenta con más de 5000 extranjeros pertenecientes a Naciones Unidas y no menos de 300 ONG que trabajan en la reconstrucción del país.

El recorrido desde la frontera hasta Dili, la capital, fue siempre bordeando la costa, un sube y baja constante, por caminos de ripio y con un paisaje seco y rocoso. Los pequeños poblados que atravesé no son como los de Indonesia, sino más pobres. Sus casas son construidas en su totalidad con lo que la naturaleza les provee. Los techos son armados con hojas de palmera, y las paredes con los tallos de las mismas.

Los timorenses me resultaron más educados que los indonesios, no eran cargosos ni me acosaban cada vez que me detenía, saludaban cortésmente y solo se me acercaban cuando lo necesitaba. Pero en muchos casos, sus caras eran más serias y tristes, tuve la impresión de que la secuencia de la guerra aún estaba presente en los más viejos.

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Cuando llegué a Dili me recibió Filipa, una chica portuguesa que era la representante de una ONG de su país, que fue establecida en Dili tras la independencia. Entre varias obras que realizaron, fue construida una escuela primaria de la que Filipa era directora, tenían 150 alumnos y apenas dos aulas. En aquellos días, Filipa finalmente había conseguido que la escuela fuese reconocida por el Ministerio de Educación del país. El objetivo de la ONG era terminar de capacitar gente local y entregarles el control de la escuela.

Aunque muchas son las obras en el país, durante mi estadía en Dili he notado un cierto recelo de la gente local, principalmente de los jóvenes, hacia los extranjeros de la ONU. La mayoría de los timorenses vive de lo que cultiva o pesca, las infraestructuras son escasas, y mucha gente no tiene acceso al agua potable, ni electricidad ni acceso al dinero. Solo recientemente se ha implementado el sistema de seguridad social, que brinda una pensión de 30 u$s a todas las personas mayores de 60 años. Esto ha sido bien aceptado por la población, especialmente si se tiene en cuenta que los timorenses siempre se han manejado con el sistema de trueque.

“Quienes eran niños durante la ocupación indonesia no tienen edad suficiente para recordar o comprender los sacrificios hechos cuando se luchaba por la independencia. Solo han visto que sus vidas han estado ofuscadas por situaciones problemáticas mientras que la comunidad internacional posee grandes riquezas y una vida satisfactoria”. Me dijo Renato, el responsable del único negocio de bicicletas en el país.

“Con la llegada de la ONU y de la población extranjera los precios se han inflado intensamente y la disparidad socioeconómica ha aumentado de manera espectacular entre los propios habitantes de Timor del Este. Esto representa una gran injusticia y debe reparase”.

“Apoyar a Timor del Este en los campos político, económico, social y militar, consolidándolo como país, era un loable proyecto, pero siempre se dice que del dicho al hecho hay un gran trecho. En el caso de Timor del Este, los valores humanos defendidos como universales dieron paso a los intereses mercantiles de las grandes potencias.

Esto me hace preguntar si el esfuerzo por la paz se encuadra en función de los principios y valores humanos o según intereses económicos…[

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