Jerusalén

En la frontera

Luego de mi experiencia en 9 países árabes a través del norte de África y Medio Oriente que recorrí por más de 16 meses, mi curiosidad me portó a Israel. Al inicio tenía miedo, porque Israel siempre fue sinónimo de guerra, atentados terroristas e interminables conflictos, pero tras recorrer el país durante casi dos meses me di cuenta que Israel es un país que merece ser visitado, conocer su historia y entender el por que de una lucha sin fin.

Desde Egipto, Clara y yo ingresamos a Israel y enseguida al cruzar la frontera debimos caminar unos cuantos metros bajo unas pequeñas duchas que nos salpicaban. Habrá sido para desinfectarnos de algo? O para controlar si teníamos residuos de pólvora, o droga quizás? En verdad que no lo entendimos, pero como no queríamos entrar con el pie izquierdo, preferimos evitar cualquier comentario. Así y todo, bien mansitos, debimos someternos a un estricto control de nuestras pertenencias; ya nos habían informado que para entrar al país debíamos tener mucha paciencia. De inicio debimos pasar todo nuestro equipaje por el sistema de scaners, alguno de nuestros bolsos más de una vez. Luego los oficiales de control, casi todos jóvenes que no superan los 30 años, abrieron y revolvieron los 14 bultos que llevamos como equipaje. Nos controlaron individualmente la laptop, las ruedas de las bicicletas, sus cuadros, las herramientas y los repuestos; dejando todo como un verdadero despelote. Tomaron casi una hora, y luego nosotros otra, para acomodar y controlar que no nos faltase nada. Creo que si no nos hubiesen advertido hubiésemos reaccionado mal.

Una vez listos nos delegaron a otros oficiales que nos preguntaron por las razones de nuestra visita al país, porque nuestro pasaporte no ayudaba debido a que era lleno de sellos de países árabes. Recuerdo la oficial cuando me advierte que de acuerdo a las medidas de seguridad del país el interrogatorio podía durar hasta 3 horas y que si no lo soportaba podía echarme atrás y regresar a Egipto. Pero no hubo problema, tras otra hora de preguntas en cuartos separados fuimos “absolvidos” y finalmente Clara y yo pudimos ingresar al país.

Habían pasado más de tres horas, en las que por momentos nos sentimos como en una serie de espionaje.

Jerusalén, Km 60.000

Con Hermes y MariaCuando llegamos a Jerusalén nos instalamos en la casa donde vivía María, una argentina que habíamos conocido meses atrás en el desierto de Wadi Rum, Jordania. La casa es un open house situada en el monte de los olivos, en la zona árabe y su dueño se llama Ibrahim, un árabe musulmán que recibe a todo viajero que pasa por allí. Según sus inquilinos Ibrahim es muy conocido por sus diferentes programas de paz, aunque por momentos me parecía solo un charlatán. En la casa habitaban Hermes, un mexicano judío que estudiaba la Torah (enseñanzas religiosas judías) y un belga junto a una francesa que trabajaban en diferentes organizaciones no gubernamentales. Pero cada día llegaban nuevos viajeros, de europea, de EE.UU. y de Australia; todos unos verdaderos personajes.

En verdad aquella casa nos resultó un verdadero caos; aunque en el barrio se mostraba como un ejemplo de convivencia y tolerancia, pese a que muchos de sus vecinos no se interesan. Recuerdo cuando una vez caminando a casa nos topamos con quien a propósito me lleva por delante pateándome las bolsas del supermercado que cargaba “no les des bola, son resentidos” me dijo Hermes, “Y como hacerlo si el tipo tenía como 30 kilos más que yo” pensé.

Así, una vez más noté como la antipatía hacia el occidental va mas allá del conflicto: “Palestina – Israel”; parecería que el ser blanco por este lado del mundo es sinónimo de ser norteamericano o inglés, por ello ya no me extraño cuando los árabes lo primero que me preguntan de qué nacionalidad soy.

Días después supe que los autobuses israelíes no llegan a las zonas árabes, y que para determinadas zonas solo existe un servicio dirigido por ellos, las razones me decía Hermes: “porque apedrean los autobuses”.

La ciudad santa

Jerusalén es una de las ciudades más antiguas del mundo, y es considerada una ciudad sagrada para las tres mayores religiones monoteístas: el judaísmo, el cristianismo y el Islam.

De acuerdo al Antiguo Testamento, hace cerca de 4000 años los patriarcas del Pueblo Judío, Abraham, Isaac y Jacob, vivieron en la Tierra de Israel que Jehová les había prometido a ellos y a sus descendientes para siempre. Dicha promesa fue confirmada en el Monte Sinaí y dada por Jehová a Josué después de la muerte de Moisés, cuando el Pueblo de Israel regresó a su tierra tras haber sido liberado de la esclavitud y opresión en Egipto. Entre los años 1002 a.C. y 970 a.C., el rey David unificó los reinos de Israel y Judá, y proclamó a Jerusalén como la capital de la Tierra Prometida. Salomón, hijo de David, fue el tercer y último rey de todo Israel, y quién construyó el Templo de Jerusalén. También fue célebre por su sabiduría, su riqueza y su poder.

El templo de Jerusalén fue destruido por los babilonios en el 586 a.C. pero luego reconstruido. En el año 70 d.C. los romanos destruyeron Jerusalén y también su Segundo Templo, pero aún hoy existe su muro occidental. Llamado también el Muro de los Lamentos es la última señal del Segundo Templo, el lugar más sagrado del judaísmo; y por ello visitarlo fue emocionante. De un lado asisten las mujeres y del otro los hombres, aunque todos están unidos al mismo compás, compenetrados en sus oraciones, como quien se arrepiente, como quien pide, como desesperados.

 Judios Ortoxos
En oracion

La gran mayoría de los que se acercan al muro de los lamentos para rezar son judíos ortodoxos, vestidos con atuendos tradicionales de color negro, con sombreros, largas barbas y peinados con ruleros.

Según me explicaban en el judaísmo también existen diferentes corrientes, como la ultraortodoxa, la conservadora y la reformista, y a su vez entre estas corrientes varias subdivisiones más y/o sectas. Algunos de estos grupos cumplen con todos los preceptos entregados por Jehová a Moisés hace 3.300 años y se basan en el amor al prójimo, enfatizándose en la tolerancia y comprensión; pero también algunos de estos grupos critican al sionismo y las condiciones en las que Israel se defiende, manifestándose muchas veces hostilmente. Por ello aunque todos los judíos deben realizar el servicio militar (hombres 3 años y mujeres 2) la mayoría de los jóvenes de la corriente ortodoxa no lo hace alegando motivos religiosos. Los legisladores de los partidos ortodoxos sostienen que los jóvenes de su comunidad defienden al país “rezando”. Pero el gran extremo es Neturei Karta, un grupo minoritario de judíos ultraortodoxos, que cree que el Estado de Israel debe ser desmantelado pacíficamente y sin tardanza; para luego pedir perdón a los palestinos y humildemente autorización para vivir entre ellos; porque según su ideología Palestina es de los palestinos.

En tanto el judaísmo reformista, progresista o liberal defiende la autonomía individual en lo relativo a la interpretación de los preceptos religiosos. Para ellos la homosexualidad es tan aceptable que tienen rabinos gays; mientras que para los ortodoxos la homosexualidad es el pecado y la abominación más grande que debe ser castigada con la muerte. A su vez el judaísmo reformista rechaza la división sexual; y hombres y mujeres rezan en las sinagogas reformadas de manera conjunta, defendiendo los derechos de igualdad entre el hombre y la mujer. Para los ortodoxos, la mujer debe servir a su marido. Según las leyes judías para realizar un rito se necesitan mínimo 10 judíos. Los ortodoxos creen que deben ser 10 hombres, para los reformistas pueden ser hombres ó mujeres.

Durante nuestra estadía en Jerusalén también recorrimos el vía crucis, la ruta más sagrada de la cristiandad; el camino recorrido por Jesús desde el momento en que fue prendido hasta su crucifixión y sepultura. El vía crucis tiene 14 pasos o estaciones, nueve en las angostas calles de la ciudad vieja y cinco dentro de la iglesia del Santo Sepulcro. Todas están marcadas por capillas o iglesias para meditar y rezar. También visitamos el monte de los olivos donde según la Biblia, Jesús realizaba frecuentemente sus oraciones, e incluso donde se encontraba la noche que fue arrestado. Me costó creerlo que en la Basílica de la Agonía todavía existen olivos que atestiguaron aquella noche.

El Monte de los Olivos
Cementerio Judio

Pero también el monte de los olivos es para los judíos, según su profeta Zacarías, un lugar sagrado, desde el que Dios comenzará a librar a los muertos al final de los tiempos, por ello desde los tiempos bíblicos hasta hoy el Monte se ha usado como cementerio para los judíos de Jerusalén. Hoy restan aproximadamente 150.000 tumbas porque cuando Jerusalén fue ocupada tras la guerra árabe-israelí entre 1948 y 1967 los jordanos usaron las tumbas del cementerio para construir carreteras y letrinas para el ejército, incluyendo lápidas de más de mil años de antigüedad. Después de la guerra de los seis días, los israelíes repatriaron tantas lápidas como les fue posible.

La Cupula de la RocaEn tanto para los musulmanes Jerusalén no es tan sólo un santuario de cristianos y judíos; sino la Ciudad Santa mas venerada del Islam, después de La Meca y Medina, pues según la tradición islámica, Mahoma ascendió a los cielos para reunirse con Alá, acompañado por el ángel Gabriel. Precisamente en ese lugar los árabes levantaron un imponente monumento a la ascensión de Mahoma: La Cúpula de la Roca, para ellos el símbolo de Jerusalén.

Pero los judíos también afirman que ese lugar fue dondee Abraham estuvo a punto de sacrificar a su hijo Isaac por orden de Jehová, y donde se encuentra el corazón del templo de Jerusalén.

Se dice que el conflicto en el Medio Oriente es entre hermanos, porque se cree que todos somos hijos de Abraham; los judíos son los hijos de su hijo Isaac, y los árabes, de su otro hijo Ismael. De acuerdo al Talmud (la tradición oral) los hijos de Abraham lucharon durante muchos años pero cuando Abraham fue enterrado en Hebrón, Isaac e Ismael se reconciliaron en su tumba. Esperemos que también llegue el día en el que judíos y árabes se reconcilien.

Los últimos días en Jerusalén

En últimos días en Jerusalén, visitamos Belém, pero para ello tuvimos que atravesar el estricto control de la Barrera israelí de Cisjordania o como la llaman en los territorios palestinos: “El muro de la segregación racial”. Según nos explicaron la construcción de la barrera se inició en el 2002 por el Gobierno Israelí con la finalidad de proteger a los civiles israelíes contra el terrorismo palestino. Su longitud final, aún por no terminar, se estima en más de 700 km, de los cuales el 12% adopta la forma de un muro de hormigón prefabricado de hasta siete metros de altura y el resto un sistema de vallas y alambrados con torres para el control militar. Pero para los palestinos, la barrera dificulta el traslado entre poblaciones y ha ocasionado la pérdida de tierras, el aumento de su dificultad para acceder a la atención médica en Israel, el aumento de los controles del ejército israelí y efectos en la demografía y economía palestina. Por ello la ONU desde varios de sus organismos dependientes, ha criticado en múltiples ocasiones la construcción de tal medida. También han sido aprobadas resoluciones en la Comisión de Derechos Humanos en los que se instaba a Israel al desmantelamiento de la Barrera. Pero esto aún no sucede.

En Belem
La Barrera Israeli

Y por ultimo visitamos el Yad Vashem, el museo del Holocausto en Jerusalén, que recuerda a los seis millones de hombres, mujeres y niños judíos asesinados por los nazis y sus colaboradores entre 1933 y 1945. El museo, el más grande y extenso en el mundo sobre el Holocausto, expone la historia a través de fotografías, objetos, documentos y recursos audiovisuales; y tiene como uno de los objetivos fundamentales la realización de cursos que anualmente llegan a mas de 100.000 estudiantes, 50.000 soldados y miles de educadores. Una verdadera dosis para no olvidar el pasado y enfrentar el presente.

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