Pakistán, camino a Lahore

Pakistán –  Km 72.847

Llegué a Pakistán en aéreo desde Dubai. Tras 6 meses en el golfo no tenía muchas opciones para seguir pedaleando, y por ello queriendo evitar el Baluchistan iraniano y pakistaní me tomé un avión a Islamabad para esquivar la zona conflictiva que hoy castiga al país.

Cuando estaba en Dubai me interesé por el billete aéreo de Pakistán Airlines, la única compañía en el mercado que permitía llevar hasta 60 kilos en el vuelo a Islamabad. Por ello fui a su oficina central y pedí hablar con su Gerente Gral, para presentarme y pedirle que me autorice a viajar con otros 25 kilos extras, incluyendo una bicicleta. Así Mohammed, típico pakistaní con larga barba, no tuvo problema y me autorizó. Pero cuando llegué al aeropuerto no me dejaban embarcar por el tamaño de la caja de la bici y por el peso de mi equipaje. Pero insistí como loco, llamé por teléfono a Mohammed y reacomodé los bultos para portarme más peso conmigo arriba. Y tras un largo rato de idas y vueltas me autorizaron a embarcar, pero con muchos nervios.

Una vez que llegué a Islamabad, la capital del país, me tomé un taxi y fui a la zona del mercado F10. En el viaje que duró una media hora nos cruzamos con un camión de la escuadra antibombas, y por ello recapacité. Luego me recibió Adnan, que trabaja como jefe de una pequeña empresa constructora y quién me alojó en su departamento para huéspedes. Allí me quedé 4 días, para conocer la cuidad y entender un poco más donde me encontraba.

En la Mezquita Faisal
02 - Islamabad

En aquellos días el ejército pakistaní con el apoyo norteamericano lanzó una ofensiva contra los talibanes en el interior del país que se acercaban cada vez más a la capital. Es que a principio del 2009, tras dos años de enfrentamiento, el Gobierno pakistaní aceptó las exigencias de los talibanes de imponer la ley islámica o “sharia” en el valle de Swat, donde los integralistas ya habían desarrollado una campaña de asedio y derribo contra las políticas gubernamentales, remarcando las tradiciones de los aldeanos. Con la ley islámica los talibanes impusieron sus normas pero también causaron el desplazamientos de miles de lugareños. El acuerdo también exigía el desarme de los talibanes, pero éstos no sólo no han entregado las armas sino que han proclamado su intención de extender la Sharia a todo el país.

Por ello, a mi llegada a Islamabad el gobierno local ya poseía aviones, helicópteros, tanques y tropas terrestres en la zona. Según la prensa los talibanes estaban involucrados en secuestros, muerte de policías y el reclutamiento forzado de jóvenes para entrenamiento para la “guerra santa” o Jihad en Swat. Pero por otro lado también he escuchado que los talibanes no molestaron durante la ocupación y que la gente huía de los bombardeos del ejército paquistaní, porque éstos no distinguían civiles de militantes.

03 - En la calleSegún me explicó Adnan, los talibanes son un grupo tribal, integrista y guerrillero, estudiante del Islam, que surgió a fines de la década del 80 en Afganistán, durante la guerra civil que comenzó tras la ocupación soviética. Debido al contexto de la Guerra Fría y a que los talibanes tendían a limitar la influencia del régimen teocrático de Irán con el que estaban enemistados por su fuerte faccionalismo anti-chiíta, la guerrilla fundamentalista islámica fue apoyada por Estados Unidos, Arabia Saudita, Pakistán y otras naciones musulmanas. Así, después de que los diversos grupos de resistencia contra la ocupación soviética tomaran Kabul y establecieran un gobierno marcado por los enfrentamientos internos y la guerra civil, los talibanes surgieron como una alternativa caracterizada por la predominancia tribal Pashtún y el rigorismo religioso extremo, generando en la población expectativas de que el continuo estado de guerra interna y sus abusos terminarían. De esta manera en la década del 90 los talibanes tomaron el poder por a la fuerza, pero con el apoyo popular; y así llegaron a controlar casi todo el país, declarando su objetivo principal: “imponer la ley islámica y conseguir un estado de paz”.

Pero en el 2001 los talibanes dieron refugio a Osama bin Laden y por ello Estados Unidos atacó Afganistán, derrocando el régimen talibán y empujándolos hacia Pakistán. “Ahora ellos están siendo empujados otra vez, y no tienen donde ir”, me decía Adnan. “Pero no todo es malo acerca de los talibanes; durante su gobierno en Afganistán prácticamente se erradicó el cultivo del opio, que siempre ha sido un problema para Pakistán. Yo no los juzgo por lo rígido que son con sus penas, si cortan una mano o si apedrean a una mujer, no es de mi incumbencia. Aquella es una región donde el Estado está ausente y la población local se rige de otra manera. Que las mujeres no vayan a la escuela no es un problema para los talibanes. También hay muchos chicos allí que no van a la escuela. El verdadero problema es que la mayoría de la población sufre de insuficiencia de comida, ropa, vivienda, atención médica y más. No hay trabajo pero hay inflación y todo a empeorado desde las operaciones militares. Primero fueron apoyados para vencer a los rusos y luego olvidados, porque no se hicieron avances en infraestructura. Los talibanes se sienten traicionados. El terrorismo se combate con políticas en los países que los tienen no con ejércitos que devastan pueblos. Pero ojo!”, seguía Adnan, “yo no apoyo a los talibanes porque sólo se encierran en su punto de vista y porque son estúpidos por no negociar”.

Durante mi estadía en Islamabad, también me encontré con el Embajador argentino, Rodolfo Martín Saravia y con Eduardo Bustamante, el Cónsul. Ambos me atendieron de primera, introduciéndome a la prensa y asesorándome de la mejor manera.

También visité la Mezquita Faisal, la más grande del país que fue construida por el rey Faisal de Arabia Saudita.

Rumbo a Lahore

Cuando dejé Islamabad era pasadas las 10 de la mañana, hacia mucho calor y pese a que era fin de semana había mucho tráfico. Pero el camino no era muy difícil, la ruta no tenía grandes subidas y solo me distanciaban 330 km hasta la frontera con India, por lo que calculé pedalearlos en 3 días.

Pasadas las 13 hs del mediodía, comencé a sentirme débil, por ello entendí que debía parar para comer algo. Así me detuve en el primer bar restaurante que encontré, pero al ver su higiene y cientos de moscas volando sobre las cacerolas con comida desistí y seguí viaje. Luego, a los pocos km me detuve en el siguiente parador, donde había más gente, en su mayoría camioneros, pero éste me pareció más sucio que el primero y por ello volví a la ruta. Seguí pedaleando por otro rato, pero comencé a sentirme peor y con la necesidad de hacer una parada y comer algo. Por lo general casi nunca supero las 4 horas de pedaleada sin descansar un poco y comer algo; por ello cuando pasé por el siguiente parador no lo dudé y me detuve para almorzar. Aunque el lugar no me simpatizaba porque era tan sucio como los primeros y también lleno de moscas volando sobre la comida. Pero demasiado cansado y sin opciones donde ir me acerqué al mostrador y comencé a observar las diferentes especialidades. Algunas eran indescifrables, y debido a la falta de comunicación con la gente local me encontré sin chance para elegir. Por ello me encomendé y pedí un plato vegetariano. Estaba picantísimo!!!!!!!

Y seguí viaje, durante toda la tarde. Sobre las 18 hs pasé por un par de hoteles donde me detuve a preguntar; pero el primero era muy caro y en el segundo me explicaron que no me podían alojar porque no tenían la licencia para albergar turistas. Una pena porque era barato. Entonces seguí pedaleando. A los pocos km vi el desvío hacia el fuerte Rohtas, por lo que imaginé que era un lugar turístico y que si tenía suerte podía encontrar un hotelcito para dormir o inclusive, por estar alejado de la ruta, un buen lugar para acampar. El sol estaba cayendo y no tenía mucho tiempo para encontrar donde iba a dormir.

Cuando llegué al lugar me encontré con una vieja citadel, una mini ciudad cercada con altos muros donde vivía gente, y en su interior el fuerte donde me dirigí. Allí se me acercó Mohamed que se presentó como uno de los guías, me cobró entrada y me acompaño en un corto itinerario por el lugar. Pero también allí había un parador de la policía local, que al saber acerca de mi intención de acampar me lo prohibieron y me obligaron a dormir en la comisaría, porque el lugar no tenía hotel y porque según me explicaron podía ser tan peligroso para mí como para ellos. Es decir si a mí me pasaba algo, ellos tendrían problemas.

Camino a la comisaría, me detuve con mi guía cerca de su casa, donde uno de sus hijos me trajo un plato de comida, unas papas con huevos revueltos, que junto a unos panes locales fueron mi cena. Estaba muy buena. Luego fui a la comisaría, donde al rato me acosté en una de las camas de su hall central. El lugar no me pareció nada mal, era un lugar grande y con varios ventiladores. Pero aquella noche pasé una de las peores noches en todo el viaje, porque enseguida que me acosté se cortó la luz, y los ventiladores dejaron de funcionar, hacia demasiado calor y estaba lleno de mosquitos. De repente cuando estaba casi dormido comencé a sentir fuertes calambres en el estómago y a traspirar, como delirando. Por ello, enseguida me tomé un paracetamol, pero no tenía ninguna medicina para los dolores de estómago. Para colmo a mitad de la noche se me acabó el agua mineral y comencé a tomar agua de la canilla. La noche fue larguísima y la pasé muy mal, corriendo para el baño cada dos horas. Fue recién durante el amanecer que pude dormir un poco, pero apenas un par de horas, porque los policías, que ni enterados de lo que me sucedía, dejaron la comisaría temprano y la cerraron, y por ello yo tuve que salir.

Estaba destrozado, sin fuerzas para pedalear y sentía como que tenía un agujero en el estómago, por ello sin ninguna opción en aquel pueblo solo pensé en irme. Aquella mañana desayuné con dos litros de seven up, que me dieron la fuerza para pedalear los 8 km que me separaban hasta la ruta principal. Allí bebí otro par de botellas y luego con las últimas fuerzas cargué la bicicleta al techo de un autobús para llegar a Lahore lo antes posible.

El viaje duró 5 horas porque el autobús paraba cada 5 km para recoger gente, por momentos llegué a contar casi 100 personas dentro, no había lugar ni para mover una pierna. Pero durante el viaje entendí que era más seguro llegar a Lahore pedaleando que de autobús, porque el chofer conducía como animal.

Lahore

Cuando llegué a Lahore llamé a Ishaq, un amigo del embajador argentino que me recibió en su casa como si fuese uno más de su familia. Y fue bueno porque allí me recuperé, con bastante reposo, medicinales y una buena dieta. Ishaq formaba parte de los miembros del Club de polo de Lahore, que juntos a la Asociación Olímpica de Punjab organizaron un encuentro con la prensa e hicieron una donación para el proyecto.

Mi estadía en Lahore se extendió por 4 días, en los que también visité el Fuerte Lahore, las Mezquitas Badshahi y Wazir Khan y su mercado.

04 - Musulmanes rezando
05 - Wazir Khan Mosque

Y en mi último día la ciudad ha sido testigo de otro ataque, el tercero en tres meses, que también apunta a la red de violencia islamista por el apoyo del gobierno pakistaní a la “guerra contra el terrorismo” de Estados Unidos, que en los últimos dos años causó la muerte de casi 2000 personas en todo el país.

Hubo disparos, granadas y la explosión de un coche bomba en el complejo que alberga varios edificios policiales y el cuartel general provincial de los servicios de inteligencia paquistaníes, que dejó 30 muertos y más de 200 heridos.

Sin duda, ya había llegado la hora de irme.

Leave a comment

Captcha loading...