Suecia

Estocolmo

Llegué a Estocolmo desde Turku, en el navío de Vicking Lines, un crucero con muchos finlandeses y mucha fiesta aunque toda gente mayor. El viaje duró una noche y mi camarote era de lo más baratos, compartido con dos finlandeses y un ruso.

Cuando desembarqué en Estocolmo, eran las 6.30 a.m. y estaba lloviznando, pero enseguida percibí que el clima era menos frío que Finlandia. Entonces bajo agua me dirigí al centro antiguo y en un café aguardé pasar la lluvia.

Gamla StanEstocolmo fue fundada en el año 1250, en una pequeña isla del canal de Strömmen, entre el mar Báltico y el lago Mälarem. Hoy la capital sueca ocupa 14 islas, y además de contar de un excelente emplazamiento junto al mar, sus 750 años de historia han producido una singular arquitectura, que la convierten en una ciudad admirable.

Sobre el mediodía, tras chequear algunos precios de piezas de bicicleta, me dirigí al casco antiguo: la isla Gamla Stan, y allí en su calle principal Stora Nygatan trabajé algunas horas. Por ser día de semana no vendí mal y como había poco turismo mis ventas fueron más hacia la gente local.

En más de una ocasión, se me acercaron personas preguntándome por si contaba con algún lugar para hospedarme. Era gente abierta y amable, pero a veces ante sus comentarios quedaba confuso, al igual que en Munich y Copenhague tras conversar un largo rato me ofrecían alojarme en sus casas, pero enseguida me aclaraban que no podía permanecer más que una noche.

Por ello sin dudarlo, llamé a Camilla una sueca que conocí en mi paso por Mozambique. En aquel entonces ella trabajaba en una ONG realizando programas para la prevención del SIDA. Camilla me recibió súper bien, ella todavía se acordaba cuando nos encontrarnos en Marrupa, una pequeña aldea en el interior de Mozambique.

Mi corta estadía en Estocolmo sirvió para poner la bici a punto, con ayuda de Ragnar, un sueco-uruguayo que trabaja en un negocio de bicicletas le cambié las cubiertas, la cadena y el piñón, también la lubrificamos como nunca y aunque no muy feliz supe de las piezas que debo cambiar en breve.

También conocí a Theodora una chica de Islandia que me encontró en la calle y al día siguiente me regaló unas cubiertas para la bici.

Rumbo al sur

Finalmente dejé Estocolmo en dirección sur, con destino a Nynäshamn y por no tomar la ciclovía siempre más largas y con más subidas, me fui por la autopista unos km. Pero mi pedaleada no duró mucho tiempo, tras menos de una hora de pedaleo un patrullero apareció y me tocó la sirena para que pare, ordenándome a abandonar la autopista y a dirigirme por la ciclovía. El oficial fue amable, pudo haberme hecho una multa, pero sin duda las banderas de mi bicicleta, me absolvieron.

Llegué a Nynäshamn más tarde de lo pensado, por ello me perdí el barco de las 11.30 que partía con destino a Gotland, entonces aguardé al próximo que salía 5 horas después, y mientras tanto me fui al centro del pueblo para vender algo, pero tuve una mala tarde, sólo vendí dos muñequitas.

Todavía recuerdo al brasileño que me crucé allí, vive en el norte de Suecia hace muchos años, es casado y tiene una hija. Me dolió escuchar que su único amigo es otro brasileño y que vive a 300 km.

La isla de Gotland

La muralla de VisbyLlegué a Visby ya de noche, el viento soplaba como nunca y el cielo amenazaba lluvia. Por ello busqué un albergue, pero el único que existía estaba cerrado por ser baja temporada. Entonces me dirigí al centro y cené en un bar cuyo dueño era de Yemen, que al conocer mi historia, llamó a Freddy su amigo chileno para que me buscase un lugar en el que pudiese pasar la noche.

Así fue que llegué a casa de Evert, otro chileno que había dejado su país en la época militar. Llevaba 16 años en el país escandinavo y según me contó estaba enfermo. El gobierno le pasaba una pensión por su estado psíquico, provocado por historias de amor que a lo largo de los años había vivido con cuatro mujeres suecas. Todavía recuerdo sus comentarios, se describía como un latino romántico y enamoradizo, y repetía una y otra vez que las mujeres allí eran demasiadas frías y poco sentimentales.

Gotland es la isla más grande del mar Báltico y en los tiempos vikingos fue un importante puerto comercial. Hoy su capital: “Visby” posee una de las murallas mejor conservadas del mundo, siendo para los suecos uno de los lugares preferidos para disfrutar de las vacaciones.

Mi estadía se prorrogó por dos noches, debido a la mala información me perdí el ferry que me llevaba al continente nuevamente. Por momentos me sentí como si estuviese en África, no sólo allí la gente me mandaba para cualquier dirección.

EvertPero fue bueno, porque de ésta manera pude acompañar a Evert en su cumpleaños.

Las ventas en la isla fueron de lo más pobre que tuve en todo Europa, la gente me decía que no tenía dinero, pero enseguida tras charlar conmigo se dirigían a un supermercado de bebidas alcohólicas para equiparse durante todo el fin de semana. Era gracioso verlos salir con dos bolsas bien cargadas de diferentes botellas. Algunos me decían: “para nosotros es una tradición pasar el fin de semana en casa y con mucho alcohol”.

Me sorprendí al conocer las historias de los alcohólicos que por su enfermedad eran indemnizados por el gobierno, o la de aquel otro matrimonio, que ya pensionados por los años de trabajados aprovechaban los meses de verano para vivir en la calle y emborrachare diariamente. “Así es como pasan los últimos años de sus vidas”, me dijo un hombre con el que charlaba; “rebeldes y en la calle en los veranos, y más tranquilos y en sus casas durante los inviernos”.

Camino a Malmö – Km 35.048

Desembarqué en Oskarshamn pasadas las 20 hs, y como el cielo estaba estrellado acampé en la plaza de la catedral, tras consultar con unos chicos que pasaban por allí. Según las legislaciones suecas, está permitido acampar por lo menos una noche en cualquier espacio verde y público.

El camino para Vaxjö fue de lo peor que tuve en mi recorrido europeo, porque pasado el mediodía pedaleé bajo lluvia intensa mas de tres horas y a una velocidad muy lenta. Mi velocímetro al final de la tarde marcó 141 km en 8,5 hs. Llegué muy cansado y sintiendo que estaba a punto de enfermarme; mis pies estaban helados y las zapatillas empapadas, como si las hubiese sumergido en un gran charco.

Pero por suerte me recibió May, a quien había conocido en Barcelona y quien me preparó enseguida un baño de inmersión y un buen plato de comida. A veces creo que es lo único que necesito, como si fuese medicina; comida caliente y una buena cama; y al día siguiente me encuentro como nuevo para volver a la ruta. Pero este no fue el caso, dada la buena atención me quedé dos días.

Rumbo a Hässleholm también tuve una jornada larga y para variar con una fuerte tormenta. Qué bronca!!! Todavía eran los últimos días del verano europeo, pero era como si estuviese en invierno, con lluvias casi siempre diarias y temperaturas que durante el día no superaban los 10º.

centroCuando llegué a Hässleholm, sobre el final de la tarde debí resolver donde dormir, y como los hoteles son bastantes caros y el clima no era bueno, me le acerqué a un africano que caminaba por la calle y quien terminó siendo de Eritrea. Y que suerte tuve, no me falló mi instinto, pese a que él no podía ayudarme, telefoneó a sus amigos chinos, que me permitieron dormir en su casa. Es la primera vez que me acogen unos chinos y que raro fue todo, porque no nos entendimos ni una palabra.

Finalmente llegué a Mälmo, tras tres días de viaje desde Oskarshamn, atravesando una zona de bosques densos y lagos. Allí, mientras vendía en la calle conocí a Marie, una sueca que junto a sus compañeros de cuarto me recibió como si fuésemos grandes amigos.

Y al día siguiente desde Mälmo crucé en barco para Dinamarca, mi próximo país.

Gotëborg

Llegué a Gotëborg de barco, desde Noruega y vía Dinamarca, hacía mucho frío, el otoño ya había comenzado.

Goteborg, es la segunda ciudad de país, posee una bonita arquitectura, grandes avenidas repletas de bares, un gran puerto y una vida cultural muy dinámica. Su gente me pareció muy abierta, conocí varias personas que habían vivido en el exterior o que ya habían viajado mucho, por ello vendí bien.

Los días que me quedé en la ciudad fueron en la casa de Marcela, una colombiana becada que elaboraba una tesis sobre la política de substitución de la coca en Colombia.

Nos habíamos conocido en Ginebra. Que bueno que es encontrarse con un latino/a tan lejos de casa. Y que bien que cocinaba Marcela!!! Hasta los sándwiches para que me llevase me preparó.

Finalmente, con un poco de pereza dejé Goteborg en un navío DFDS. Su departamento de marketing me brindó un pasaje de cortesía hacia Newcastle, Inglaterra, de donde comenzaría a recorrer reino Unido.

 

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