Pueblos de Pescadores

Decenas de familias se esparcían con una red tan larga como el largo de una cancha de fútbol. Luego de ser abierta, cuando la marea empezaba a subir los hombres entraban al mar armando un semicírculo que permitiese encerrar a cuanto pez, crustáceo o molusco estuviese en él. Eran horas donde hombres, chicos y hasta mujeres de avanzada edad, rotaban sus posiciones con un único deseo: que el mar fuese generoso.

Km 15.817

Mozambique es un país pobre, según me contaban uno de los 10 más pobres de África.

Luego de muchos días en Maputo, y con los problemas del corralito argentino ya superados, gracias a mis sponsors locales partí hacia la ruta nuevamente.
Recuerdo el inicio de mi pedaleada, bajo aquel sol abrasador, por las rutas bien diferentes a Sudáfrica. Una vegetación tupida y al mismo tiempo seca, un suelo arenoso y mucha gente que aparecía de repente, caminando de un lugar a outro, con enormes baldes en sus cabezas transportando el agua del día a dia.

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Plantaciones de choclo y de caña de azúcar junto con plátanos y árboles de mango, me pautaban su alimentación.

Sobre el mediodía llegué a una pequeña aldea, donde tuve suerte y pude resguardarme del sol y pedir un plato de comida. De noche comprendí, que ese almuerzo había surgido por el destino que me aguardaba, ya que cuando llegué a Palmeiras, apenas un vaso de leche y un pan formaron mi cena.

Por ello a partir de ese entonces debí empezar a cargar comida y a utilizar mi hornalla para cocinar, porque em la región ya no es posible encontrar un lugar donde sirvan comida.

Litoral sur Mozambicano

Aunque Mozambique es un país, que su industria turística se encuentra en pleno desarrollo, sus lugares con poca estructura bien valen la pena conocer.

Lo característico de toda su gente, es el día a día junto al mar. Junto con el amanecer se ven decenas de barquitos a vela que salen en busca de su comida. Son hombres de todas las edades que parten hacia el horizonte donde se pierden después de algunas horas. Parecería que el mar no da tregua para aquellos que muestran los años en sus rostros y manos.

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Con mi bicicleta pasé por Tofo y Vilanculos, dos pueblos de pescadores, que jamás olvidaré. En el primero, pasé mas de una semana, donde miles de palmeras me dieron la bienvenida. Me hospedé en uno de los campings que estaba alejado del pueblo. En los mediodías, caminando por las enormes playas cuando el mar lo permitía, me cruzaba con aquellos hombres que luego de su jornada de trabajo iban a sus casas, perdidas entre dunas y palmeras. Consigo llevaban mas de una decena de pescados que aspiraban vender a cualquiera que se les cruzase en el camino.

Sobre mis últimos días, y luego de entender que me encontraba en uno de los mejores lugares de África para hacer buceo, decenas de viajantes de diferentes rincones del mundo con los que charlaba en mi paso por Tofo, me alentaban a iniciarme en el mundo submarino. Conseguí un descuento en Tofo Diving y realicé mi curso, que junto a cinco bajadas despertaron una nueva pasión. Vi corales de todo tipo, estrellas de mar, conchas, decenas de cardúmenes de diferentes tamaños y colores y hasta un tiburón ballena.

En Vilanculos, en mareas de luna, cuando la bajamar marcaba su pico máximo, las diferentes islas sumadas a las barreras de coral hacían de la playa un verdadero paraíso.
Daba la sensación de que nunca se llegaría al mar para tomar un baño, a no ser que se caminase mucho.

Sobre media mañana, decenas de familias se esparcían con una red tan larga como el largo de una cancha de fútbol. Luego de ser abierta, cuando la marea empezaba a subir los hombres entraban al mar armando un semicírculo que permitiese encerrar a cuanto pez, crustáceo o molusco estuviese en él. Luego empezaba el trabajo de toda la familia, que consistía en arrastrar la totalidad de la red hasta la playa. Para ello utilizaban palos que enganchaban a la cuerda. Eran horas donde hombres, chicos y hasta mujeres de avanzada edad, rotaban sus posiciones con un único deseo: que el mar fuese generoso.

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Sobre mis últimos días fui invitado a subirme a uno de sus barcos a vela, donde compartí una corta jornada de su cotidiano. Renato y José fueron quienes comandaban la embarcación en cuanto nos dirigíamos a las islas de Bazaruto y Benguera. Era gracioso ver como entre los dedos de sus pies enredaban la línea esperando un tirón que les marque su comida, mientras yo aguardaba con mis manos atentas que algún pez pique. Fueron seis horas que compartimos a bordo, en las que me convencí que para esas aguas las manos son superadas por la habilidad lugareña de los dedos de los pies.

DATOS UTILES

CUANDO IR: En Mozambique la época de lluvia es en verano, lo que implica estar expuesto a lo impensado, cuidado con los ciclones que vienen de Madagascar, parece que es algo común.

COMO LLEGAR: Desde Maputo parten micros hasta el centro del país, lo que permite llegar a Inhambane (460 kms) mas 15 kms a Tofo, o a Vilanculos (700 kms).
Sus precios no superan los 12 y 18 u$s.

DONDE ALOJARSE: En Tofo: Camping Bamboozi cercado por dunas y casi una centena de palmeras, alejado del pueblo. En Vilanculos: Camping Baobab Beach. En ambos lados sus precios para los dormitorios compartidos son de 5 u$s, y un poco más si se prefiere choza privada o tienda tipo carpa.

RECOMENDACIONES: Llevar mucho repelente, y ropa larga para la noche, hay muchos mosquitos, y de los grandes. Lo ideal es tomar el medicamento preventivo contra la malaria, pese a que no siempre  es efectivo.