El conflicto judío – Palestino

El conflicto entre judíos y palestinos tiene su origen con el nacimiento del sionismo a fines del siglo XIX, cuando su fundador Teodoro Herzl crea un movimiento que plantea el retorno judío a Palestina, tras tantos siglos de éxodos.

El primer exilio judío ocurrió en el año 606 AC, cuando los babilonios conquistaron el Reino de Judá, derrumbaron el primer templo y trasladaron a los líderes judíos a Babilonia. Setenta años más tarde, el Rey Persa Ciro II el Grande permite a los judíos retornar a la Tierra de Israel. Sin embargo, algunos se quedaron y la comunidad judía de Bagdad siguió existiendo hasta el siglo XX, cuando nace definitivamente el estado de Israel.

El segundo exilio se produjo luego del año 70 DC cuando el general romano Tito, futuro emperador, derrotó a la revuelta judía y derrumbó el segundo templo. Un mayor número de judíos fue expulsado luego de que fuera aplastada la rebelión de Bar Kojba en el año 135 DC. Desde entonces los judíos están dispersados por todo el mundo, hecho que se conoce como diáspora judía.

De esta manera los judíos se concentraron cerca del Mediterráneo, en el sur de España, de Grecia, Turquía e Italia principalmente. También en Palestina, en la mesopotamia asiática, en Irak y en el norte de África. Pero entre los siglos II y V se consolidó y se impuso la cultura cristiana en esas regiones y luego en los siglos VII y VIII se desarrolló el Islam con una gran fuerza cultural en torno al Mediterráneo y mucha gente de origen judío se fue asimilando a estas culturas predominantes.

Históricamente el odio a los judíos fue más intenso entre los cristianos que
entre los musulmanes. Los cristianos acusaban a los judíos de ser «los asesinos del hijo de Dios» y los musulmanes despertaron su rabia contra ellos por no reconocer al profeta Mahoma. Pero sólo fue bajo el califato de Otmán (tercer califa) que se inicia a doce años después de la muerte del profeta, cuando se fija la redacción definitiva del Corán donde muchos de sus pasajes se expresan en contra de los judíos.

A pesar de la incesante Judeofobia y las diferentes persecuciones algunas comunidades judías lograron permanecer en Israel durante el largo intervalo entre la dispersión romana y el restablecimiento del Estado Judío en 1948.

Los británicos en Medio Oriente

El interés de Gran Bretaña en el Oriente Medio se volvió extremo cuando, a finales del siglo XIX, sus líderes comprendieron que el petróleo reemplazaría al carbón como la principal fuente de energía del siglo XX.

En aquel entonces Gran Bretaña no tenía acceso de primera mano al petróleo y era dependiente de EE.UU., Rusia o México para sus suministros. Rápidamente comprendieron que aquélla era una situación inaceptable y a través de embrollos que involucraron al espía británico Sidney Reilly y al geólogo e ingeniero inglés William D’Arcy, Gran Bretaña pudo afianzar derechos de inspección petrolífera en las tierras del Shah Persa Muzaffar al-Din.

En 1901 D’Arcy obtuvo una concesión de 500,000 millas cuadradas (casi el 85% de lo que hoy es Irán) por 60 años. Le daba el derecho exclusivo de explotar el petróleo por un pago al gobierno de 20.000 libras esterlinas, 20.000 libras en acciones y el 16% de las ganancias. En colaboración con el gobierno inglés, D’Arcy estableció la compañía Anglo-Persian Oil (que más tarde pasó a ser Anglo-Iranian Oil y después British Petroleum). Hoy BP es una de las mayores compañías petroleras del mundo, que se inició exclusivamente con el petróleo del Medio Oriente.

En aquel entonces el procedimiento a seguir en los países dónde se descubrían yacimientos consistía en que una delegación se entrevistaba con el dictador, rey o shah, que por lo general desconocían qué era o para qué servía el petróleo, y luego por medio de un pago, normalmente en monedas de oro o plata o un pequeño porcentaje se conseguía la concesión. Dichas concesiones eran un permiso para extraer, tratar y transportar el crudo.

Sin embargo, incluso con un suministro de petróleo persa, Gran Bretaña estaba perdiendo la carrera por afianzar las reservas de petróleo del Oriente Medio frente a los alemanes que gracias a su alianza con el Imperio Otomano (Imperio Turco) accedían a sus inmensas reservas. En 1889 los alemanes financiaron, a través del Deutsche Bank, una vía férrea hasta Constantinopla, (hoy Estambul) y después, en 1899, fue firmado el acuerdo final para la construcción de una vía férrea que uniese Berlín-Bagdad, pero los británicos se aseguraron de que éste no se completase gracias a la intermediación de su aliado, Serbia, que estaba en medio de la alianza alemana que incluía Austro-Hungría, Bulgaria y el Imperio Otomano.

La I Guerra Mundial

El desarrollo industrial y la competencia neocolonialista (1) generaron tensiones y rivalidades en un mundo en el que ya no quedaba nada por repartir a nivel de mercados y colonias. También aumentó el nacionalismo en las grandes potencias.

La historia oficial sostiene que la I Guerra Mundial se inició cuando el serbio Gabrilo Princip asesinó a Francisco Fernando (heredero del trono de Austria) y su esposa. La guerra comenzó como un enfrentamiento entre Austria-Hungría y Serbia, pero Rusia se unió al conflicto, pues se consideraba protectora de los países eslavos. Tras la declaración de guerra austrohúngara a Rusia el 1 de agosto de 1914, el conflicto se transformó en un enfrentamiento militar a escala europea. Alemania respondió a Rusia con la guerra y Francia se movilizó para apoyar a su aliada, Rusia.

El conflicto involucró a 32 países, 28 de ellos denominados “Aliados”: Francia, los Imperios Británico y Ruso, Canadá, Estados Unidos (desde 1917), Portugal, Japón, e Italia. Este grupo se enfrentó a la coalición de las “Potencias Centrales”, integrada por los Imperios Austrohúngaro, Alemán y Turco, acompañados por Bulgaria.
En 1916, en plena I Guerra Mundial, los británicos junto a los franceses con el consentimiento de los rusos establecieron un pacto secreto conocido como el “Acuerdo de Sykes-Picot” que consistía en el reparto de las posesiones turcas en Oriente Medio. Este acuerdo creó los límites arbitrarios de lo que hoy son Jordania, Siria, Líbano, Irak y Kuwait. Gran Bretaña controlaría el Golfo Pérsico, rico en petróleo, (luego Irak y Kuwait) y también tomaría Palestina (luego Jordania e Israel), mientras que Francia tomaría el área que se convertiría en Siria y Líbano.

Para ello T. E. Lawrence (Lawrence de Arabia) dirigió la revuelta árabe contra los turcos otomanos en nombre de los británicos, quién ganándose su apoyo aseguró a sus aliados árabes que Gran Bretaña respetaría sus deseos de independencia. Una promesa que luego no fue cumplida. También se produjo la famosa Declaración de Balfour, una carta entre Lord Balfour (Ministro de Exteriores británico) y Lord Rothschild (barón británico y banquero de familia judía) por la que Gran Bretaña se comprometía a establecer un hogar nacional para los judíos en Palestina.

En 1916 los británicos ocuparon Palestina, donde mantuvieron el control hasta 1948.

(1) – Neocolonialismo: Colonialismo encubierto que consiste en el control económico de un país políticamente independiente, pero económicamente subdesarrollado, por otro más evolucionado en este aspecto.

Repartición de las tierras árabes

Los árabes fueron traicionados y utilizados por los británicos para ganar el control absoluto de la región con las reservas de petróleo más grandes del mundo.

En la lucha contra el Imperio Otomano, los británicos ganaron el apoyo de dos importantes líderes árabes. El primero era Hussein Ibn Ali, de la dinastía Hachemita, que ostentaba linaje directo al profeta Mahoma. Hussein Ibn Ali gobernaba el área de Hijaz, (oeste de la península Arábiga) que incluía las ciudades sagradas de la Meca y Medina.

El segundo líder árabe de la época era Ibn Saud, jeque de la secta tribal Wahhabí (wahhabitas) de Arabia Central. Ibn Saud fue financiado por los británicos para reforzar su posición como figura religiosa y comprar el apoyo de los Beduinos.

Después que los turcos-otomanos fueron derrotados y los Acuerdos de Sykes-Picot y Balfour fueron revelados, Hussein Ibn Ali comprendió el engaño al que había sido sometido y por ello dejó que sus tres hijos Ali, Abdallah y Faisal probaran suerte al frente del gobierno árabe.

El Príncipe Ali tomó el Hijaz pero lo perdió en 1925 en su choque con las fuerzas de Ibn Saud que seguía contando con el apoyo de los británicos. Los saudíes (la casa de Saud) han gobernado Arabia desde entonces. El error más grande que Gran Bretaña cometió fue perder interés en los saudíes y los desiertos árabes, permitiendo a la Standard Oil de California entrar y comprar los derechos para inspección y extracción de petróleo en Arabia Saudita por 250.000 dólares en 1933. Desde entonces la familia real Saudita ha disfrutado de una relación muy especial con los Estados Unidos.

En 1920, el Príncipe Faisal, que había luchado codo con codo junto a Lawrence de Arabia arrancando Damasco y Aqaba del poder turco-Otomano, demandó el gobierno de Siria en poder de los franceses, pero después de cuatro meses de intentos fracasó. Faisal (un príncipe Sunita) se retiró a Gran Bretaña y un año más tarde le fue dado el territorio predominantemente Shiíta de Irak para gobernar como rey. Faisal I gobernó hasta su muerte en 1933. Su hijo Ghazi le sucedió gobernando Irak hasta que murió en 1939, seguido por Faisal II, último rey de Irak muerto en el golpe militar de 1958. Desde entonces hubo varios golpes de estado, hasta que en julio de 1979 Ahmad Hasan al-Bakr, presidente de Irak y del Consejo del Comando de la Revolución (CCR) renunció y eligió como sucesor a Saddam Hussein quién asumió ambos cargos.

Pero la dinastía Hachemita continúa hasta el momento sólo a través del segundo de los hijos de Hussein Ibn Ali, el Príncipe Abdallah. A Él se le dio la tierra de Trans-Jordania para gobernar en 1921 y luego como rey mantuvo una posición pro-británica muy acentuada, a pesar del engaño que estos cometieron con su padre, porque Él había entendido que no había ningún futuro contradiciendo a sus amos. Al Rey Abdallah lo asesinaron en la Mezquita Al Aqsa en 1951, y un año después su nieto Hussein de dieciséis años accedió al trono. El Rey Hussein gobernó hasta su muerte en 1999, y su hijo, ahora Rey Abdullah, gobierna el Reino Hachemita de Jordania.

Los Hachemitas eran tradicionalmente la fuerza árabe más fuerte, pero la columna vertebral de su poder se rompió cuando Ibn Saud los echó de La Meca y Medina. Los británicos piadosamente pusieron a Abdallah y Faisal sobre los tronos de Jordania e Irak. Estos príncipes Hachemitas eran “forasteros” en sus respectivos países, pero los británicos pulsaron el resorte religioso puesto que el linaje Hachemita se remontaba a Mahoma, porque cualquier árabe se hubiese sentido honrado de ser gobernado por un clan santo como el Hachemita.

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