100 Km. en el desierto, a camellos y con las bicicletas parecía que no era una gran dificultad, pero por momentos sentí que el tour por el desierto, que debía ser una experiencia placentera se estaba convirtiendo en una grande pesadilla, o peor aún en un sometimiento militar…
En Douz con mi hermano Ale conocimos a Jeff, a Mireille y a Marie Helene, tres canadienses que al vernos con nuestras bicicletas y sin lugar para dormir, nos convidaron a su habitación donde también se hospedaba su perro, y entonces sí, aquel cuarto por algunos días se volvió un verdadero desorden.
Al día siguiente conocimos a Sabri, un tunecino que desde chico vivía en Bélgica. Tras varios minutos de charla, decidimos embarcarnos todos juntos quizás, en una de las experiencias más fuertes de nuestras vidas: atravesar 100 km en el desierto en 3 días; un poco a camello y otro poco a pie.
Cuando nos vendieron el camel safari nos informaron que debíamos andar 7 horas por días, pero que pararíamos para almorzar y que siempre acamparíamos antes del atardecer. Pero nunca fue así.
La primera mañana nos levantamos antes del amanecer y partimos hacia la casa de Mustafa, uno de los beduinos amigo de Sabri y quien lideraba la excursión. También allí nos esperaban los otros dos guías, Abdu y Naser, con los camellos y todo nuestro equipaje. A las 8.00 am., tras desayunar un pan árabe partimos a un paso acelerado, era un día atípico porque el cielo estaba gris y cada tanto teníamos lluvias.
Al par de horas de caminata le pregunté a Abdu por la dirección a la que nos dirigíamos, ya que pretendía adelantarme y hacer algunas tomas con mi cámara de video. Por ello corrí como 200 mts para montar el trípode y esperar la caravana, pero cuando volteo noté que había corrido errado, o peor aún que había sido mal informado, entonces sin entender demasiado me dirigí a Abdu y con señas le indagué sobre lo sucedido pero él se echó a reír irónicamente. En ese momento supe que tendríamos un paseo agitado.
El primer percance lo tuvimos tras 5 horas de marcha cuando fuimos informados que debido al mal tiempo no pararíamos para almorzar, debiendo seguir con al caminata. Minutos después discutí con Abdu, porque al pedirle un camello me contestó: “primero lo monto yo y luego tú”. Pensé que me estaba bromeando, pero me lo dijo en serio. Y durante unos segundos pensé: “pero si el que paga soy yo” y me subí al camello.
Pero el muy cabrón le dio un golpe al camello, provocando que éste saliera corriendo y luego le tiró piedras para que no se detuviera. Yo, al no tener mucha experiencia con dromedarios me caí de espalda, como una bolsa de papas y sobre el bolso donde llevaba las cámaras. Pero no sentí dolor y me levanté enseguida, enfurecido, queriendo iniciar una pelea. Pero al tomarlo del cuello y amenazarlo con bronca, Abdu se atemorizó; por ello me conformé con devolverle la caída.
Y tuvo suerte, porque no les pasó nada a las cámaras.
Interminable caminata
Pasadas algunas horas, la tensión bajó, quizás porque comimos un pan árabe que Mustafa traía de la mañana, porque el ritmo de caminata nunca cesó.
Sobre el final de la tarde me dirigí a Abdu y con pocas palabras y unas señas limamos asperezas, luego me adelanté para hacer otra toma y esperé a Ale que caminaba ya un poco rengo atrás. Tomamos fotos y disfrutamos del paisaje y creyendo que ya estábamos en el trayecto final del día, dejamos que la caravana se adelante. Ya llevábamos más de 10 horas de caminata ininterrumpida con sólo un pan árabe que tuvimos que dividir entre 9 personas.
Sólo fuimos conscientes cuan lejos habíamos quedado del grupo cuando subimos a la grande duna y avistamos la caravana, y entonces comenzamos a correrlos persiguiendo sus huellas entre las dunas. Pero a ambos nos dolían las rodillas y a Ale más que a mi. Hasta que de repente me dijo: “necesito un camello, a este paso no puedo seguir más”.
Desde la gran duna, el panorama era terrible, en un tramo de 2 km íbamos todos separados, y eso sólo era bueno para los guías porque de esa manera no nos podíamos revelar.
Abdu y Naser junto a Sabri y 8 de los camellos iban adelante a un ritmo imposible de alcanzar, mientras que el resto caminaba disperso y lento más atrás. En ese momento sentí que el tour por el desierto que debía ser una experiencia placentera se estaba convirtiendo en una gran pesadilla, o peor aún, en un sometimiento militar, por lo que encima, al final debíamos pagar un total de casi 400 euros.
Entonces en un ataque de furia me eché a correr hacia Mustafa decidido a detener la caravana. Pero al alcanzarlo me mandó a seguir corriendo para detener a Abdu y a Naser. Así alcancé a María Helene, que cabalgaba pálida un camello; y quien prefirió seguir a pie y ceder su camello a Ale, que venía mucho mas atrás. Luego alcancé a Jeff, que al verme también en un tono de furia me preguntó: “¿Hasta cuando vamos a seguir caminando?” Estábamos todos exhaustos. Cuando alcancé a Sabri me sugerió seguir caminando una hora y media más porque según los camelleros debíamos llegar a donde los camellos pudiesen tomar agua. Era el colmo! Parecía que nos tomaban el pelo. ¿Los camellos precisando de agua?
Finalmente aguardamos a todo el grupo llegar, y pese a la presión de los camelleros decidimos acampar. Eran casi las 19 hs y otra vez volvimos a discutir, porque los guías sugerían que armásemos nuestras tiendas, para evitarse armar la grande tienda beduina. Nos chantajeaban con que podríamos dormir un poco más en la mañana. Pero no aflojamos y acabaron armando la tienda grande.
Lamentablemente nuestra disconformidad no finalizó allí, porque con el hambre que teníamos parecíamos 6 hienas y tuvimos que conformarnos con apenas dos paquetes de fideos; pese a que para comer éramos 9.
Segundo y tercer día de travesía
El teléfono celular de Sabri que fue nuestro despertador sonó a las 05.00 am. Y él fue el único que se levantó y quien intentó levantar a todo el grupo, pero ni los propios camelleros pudieron levantarse, todavía era de noche y hacia un frío terrible. Entonces a las 5.30 sin apoyo ninguno Sabri se volvió a dormir y sólo arrancamos nuestro segundo día de caminata pasadas las 09.00 am.
Pero era un día soleado por ello todos estábamos de mejor humor y la caminata se desarrolló sin grandes inconvenientes. Las primeras horas de marcha anduvimos entre dunas, donde los paisajes se asimilaban a unos cartones postales, perfectos para contemplarlos desde el camello o mejor aún solo y a pie. Seguramente que fue este día donde cada uno del grupo olvidó los malos momentos del día anterior y conectó con el infinito del paisaje,…y fue maravilloso.
Por ello no importó saltearse el almuerzo con el fin de acampar más temprano para contemplar el atardecer. En la tarde el paisaje cambió y atravesamos una inmensa llanura con escasa vegetación.
A decir verdad el segundo día de excursión fue el que evitó una gran discusión, porque aunque esa noche comimos mejor, otra vez caminamos más de lo convenido. Pero lo verdaderamente imperdonable o cómico a esa altura, fue que al tercer día tras caminar un par de horas avistamos la antena satelital de Ksar Ghilane, el oasis a donde nos dirigíamos.
Era obvio, Mustafa, quien lideraba el grupo, nunca había hecho el camino; si el tipo hasta reaccionó mal cuando Naser nos informó que estábamos llegando. Su grande error fue el no promediar los tres días de caminata; “11 horas el primer día, 8 el segundo y 3 el tercero” Caminamos como militares, sin parada para almuerzo ni para descanso, ni tiempo para sacar una foto; si uno se detenía luego debía correr para alcanzar la caravana, porque ésta nunca se detenía.
Pero el más inteligente fue Sabri, que previendo algún problema más, nos cobró en la tercera mañana antes de comenzar a caminar. Y claro que por haber sido quién organizó el tour fue el más conformista y quizás también el responsable de tantos mal entendidos. Pero ya era tarde y no podíamos hacer volver el tiempo atrás. Por ello preferimos evitar más confusión.
En realidad también esta experiencia me sirvió para corroborar como son muchos de los musulmanes que trabajan o se relacionan con turistas; “no se importan en lo convenido y ante cualquier problema se hacen pasar por tontos, solo quieren el dinero de uno y terminar con su parte lo antes posible.
Y a propósito, los camellos en los tres días de caminata, nunca tomaron agua.