Km 32.483
Llegué a Praga como a las 18 hs, estaba molido pero había tenido suerte. Justo antes de ingresar a la ciudad encontré un camping y pude tomar un baño luego de tres largos días sin hacerlo. En las rutas secundarias de este país no hay gasolineras con duchas como en otros lados.
Enseguida a mi llegada tuve un percance. Me dirigí a un restaurante y tras ordenar mi comida me senté. Al rato vino el mozo y me dijo que no podía beber agua de la canilla como había pedido y que en ese restaurante estaba obligado a consumir alguna bebida. De nada sirvió explicarle que no tenía demasiado dinero para gastar, el mozo forzado por el gerente del restaurante insistió a que debía ordenar una bebida.
Entonces me enfurecí; me levanté y me fui. Pero el chico que tendría más de 20 años salió detrás de mí para pedirme bastante nervioso que no me vaya, que mi comida ya estaba por salir, y que si lo hacía igual debía pagar mi plato.
Como tenía mas hambre que ganas de desafiarlo opté por quedarme y le dije al mozo que lo hacía con la condición de que me sirviera el agua como había pedido. Al rato me trajo la comida, pero no el agua y aunque la seguí esperando, ya más enfurecido todavía, preferí obviar la discusión. Estaba convencido de que tenía todo mi derecho, pero estaba cansado y no tenía ganas de discutir por algo estúpido, entonces fui a mi bicicleta y me traje una de mis botellas térmicas con agua, la puse en la mesa y me deleite con mi comida y con el agua, como yo esperaba hacerlo. Y al gerente no le gustó nada. Ojalá me hubiese dicho algo.
Un día de paseo, una verdadera fatiga
En la baja Edad Media, durante el reinado de Carlos IV, la posición de Praga como encrucijada de Europa favoreció que se convirtiera en una ciudad majestuosa, más grande que París o Londres. En el siglo XVI accedieron al poder los Habsburgo austriacos, quienes construyeron muchos palacios y jardines barrocos, hoy, algunos de aquellos palacios hospedan ahora importantes museos y galerías. Y como todavía no había visitado ningún castillo en Europa fui a conocer el Castillo de Praga.
Dejé mi bici en el camping y salí de excursión, como un simple turista. Tomé el tranvía hacia el centro, crucé el puente de Carlos IV y me dirigí en ascenso entre cientos de visitantes hacia el palacio. Antes de entrar ya me dolían los pies de tanto caminar, hacía demasiado calor y tuve que parar a descansar bajo una sombra para beber una botella de agua.
Cuando ingresé al palacio y fui a comprar el ticket tuve mis dudas, había cuatro tipos de ticket, cuatro precios diferentes y claro que cuatro tipos de recorrido; y no me gustó nada. Pero ante mis dudas acabé comprando el más caro, era mi primer castillo a visitar, y ya imaginaba que quizás el único en Europa. Y no le erré, va a ser difícil que vuelva a entrar en otro.
La primera parte del recorrido me llevó a la Catedral de San Vito, a esta altura una catedral más entre las tantas que ya visité en Europa. Y por ser el más caro, mi ticket me permitía subir a su torre para ver la vista de la ciudad, y aunque no tenía muchas ganas por la cantidad de gente que había en la fila, subí. La escalera de la catedral era tipo caracol, muy angosta y solo entraban dos personas por escalón. Por la parte más cerrada, (la más difícil), una fila subía; por la parte más abierta la otra fila bajaba. Éramos decenas de personas que subíamos y bajábamos al mismo tiempo. La escalera tenía una ventilación cada 50 escalones y el olor a tufo que había por trayectos era insoportable. A veces íbamos a velocidad anciana, porque había una pobre mujer que se había embarcado a la aventura; y pasarla con el embotellamiento de gente que existía era imposible. Me pregunto, como pueden permitirle? Como nadie te informa los 285 escalones que existen. Me sentí un tonto, había pagado el ticket más caro y podía subir. ¿Pero quería hacerlo realmente?
Cuando llegué arriba saque unas fotos, …muchas fotos; de algo tenía que servir tanto sacrificio, y bajé contando los escalones, riéndome de mí mismo, y de todos a los que cruzaba, diciéndoles: te faltan 100 escalones, te faltan 150, 200!!!! Cuando bajé respiré aire puro, que bueno; y como una hormiga en su curso continúe el circuito.
Me dirigí al Antiguo Palacio Real, una construcción imponente, que combina salones góticos, renacentistas y románicos. Si no lo leo, ni me daba cuenta. Luego llegué a otra puerta, y me quisieron cobrar otro ticket. ¡Pero como!! ¿No había comprado el ticket más caro? ¿El que incluía todo el circuito completo? ”Nooo, fue la respuesta, ésta es una colección de joyas bla bla, bla”. Que vergüenza!!!
Mi ticket me permitió continuar hacia la Basílica de San Jorge, donde se exponen unos cuadros que reflejan los gustos del emperador Habsburgo Rodolfo II, ….sin palabras. Luego fui a la callejuela de oro, una pequeña calle con diminutas tiendas para que uno gaste más dinero comprando cualquier tipo de souvenir.
Y como si esto hubiese sido poco gracias a mi ticket all inclusive, pude ingresar a la Torre de la Pólvora, un pequeño espacio con muy poco para ver. Verdaderamente algo insulso para justificar el recorrido mas completo Un auténtico descaro!!!!
Otro golpe bajo
Cuando salí del palacio fui a cambiar plata y que episodio resultó. El cartel en la puerta de la casa de cambio decía: “1 euro: 31.94 korun, no commission” y no lo dudé, era uno de los mejores cambios, pero para corroborar le pregunté al cajero con mis 70 euros en la ventanilla, are you paying 31.94 per 1 euro, y el hombre que fue más rápido que yo, tomó mi dinero, me lo cambió y me dijo unas palabras en Checo. Obviamente que no entendí nada y con unos cuantos billetes en mi mano comencé a sospechar que había sido engañado una vez más. En ese momento el hombre me habló en inglés y me dijo: pagamos 31.94 si tu cambias 500 euros, sino el cambio es a 26. Aquel cartel lo dice, y me indicó un pequeño papel colgado en la pared no muy visible y no muy claro: “31.94 15.000 Korum”
Automáticamente mi sangre comenzó a hervir, como nunca; me sentí como ultrajado, como un idiota y como un niño al mismo tiempo. Le dije que me había engañado que me devuelva mi dinero pero el hombre que se guardaba dentro de una cabina toda hermética, me decía que ya había facturado el cambio y que no podía.
Durante 15 minutos permanecí en el local, diciéndole que no me iba hasta no tener mi dinero de vuelta, espantándole tantos clientes como podía, insultándolo y desafiándolo. El tipo que tendría un par de años más que yo también se puso súper cabrón ante tanto alboroto e insultos, inclusive su compañero. El hombre de seguridad que trabajaba en el local, no paraba de repetirme que me vaya, pero me tenía miedo y no podía calmarme.
Yo estaba súper enfurecido, con ganas de desquitarme y como mínimo, de romper todo el negocio, pero por momentos recapacitaba y sabía que todo podía terminar mal. ¿Y por cuanto? La gente que pasaba por la puerta del local se detenía para ver semejante espectáculo, algunos me aconsejaban ir a la policía y otros me decían: “a mí también me engañaron aquí”.
Pasado un buen rato en un clima ya muy caliente y sin querer dar el brazo a torcer ninguno de los dos, el hombre me dijo con mucho odio en su mirada, si seguís aquí en 10 minutos más vas a tener un gran problema. En ese momento pensé lo peor y antes de que llame a la policía él, fui a buscarla yo. Ni bien me acerqué a una patrulla cerca del lugar los oficiales adivinaron mi problema: ¿problema con el cambio? Me preguntaron.
Allí me di cuenta que yo era un idiota más. Así y todo fuimos al local, creo que los poli lo hicieron para dejarme satisfecho. El cajero se defendió diciendo que me lo había aclarado desde un principio y que tenía un testigo: su compañero; y nos exigió a retirarnos del local.
Los policías me llevaron afuera y uno de ellos que hablaba un poco de español me dijo: ”no es la primera vez que pasa, ya son muchos los que se quejan, pero no podemos hacer nada, ellos llevan las de ganar, deberías cambiar dinero siempre en un banco”. Entonces respiré profundo, tragué saliva y me fui pensante: “Me las tengo que aguantar…, esto también forma parte del viaje”
Otra pálida, pero desde afuera
Más tarde presencié otro episodio; entre un policía y una visitante, y enseguida entendí como tratan a los turistas en esta ciudad. La mujer de unos 50 años, aproximadamente, trataba de arrebatarle su pasaporte al oficial, porque éste no se lo quería devolver.
Ella había cometido una infracción: “cruzar la calle con el semáforo en verde” El oficial la llamó y le pidió su pasaporte y luego no se lo devolvió, obligándola a ir a la comisaría para retirarlo, …un trámite que seguramente la mujer en sus vacaciones no quería hacer.
Para lo que es Europa, Praga es una ciudad inmensa, con un poco más de un millón de habitantes; y en verano el turismo la sobrepasa, se nota en el humor de la gente, al preguntarle a alguien por un tranvía, parecería que están cansados de dar información. También vi como muchos vendedores de negocios maltratan a los turistas porque miran sus vidrieras y no compran nada.
Finalmente esa misma tarde visité el cementerio judío, algo más interesante que el Palacio. Durante más de 300 años fue el lugar donde se permitía a los judíos a enterrar a los suyos. La falta de espacio obligaba a enterrar los cuerpos uno encima de otro, con tumbas de hasta 12 niveles de profundidad. Hoy se pueden ver más de 12.000 lápidas, pero se piensa que fueron en torno a 100.000 personas las que se enterraron aquí.
Regresé al camping casi de noche y no fue nada fácil. Las calles que van hacia él, están en obras, y encontrar un colectivo para regresarme me demoró casi una hora, son servicios momentáneos y la gente no tenía ni idea.
Por todo esto prometí no separarme más de la bici, había tenido un día largo y agitado.
Más un día…, más una discusión
Al día siguiente fui a vender mis fotos y mis muñequitas al puente Carlos IV, donde la mayor cantidad de turistas circulan. Pero de repente se me acercaron oficiales de control y me dijeron que debía retirarme hacia el otro lado del puente y que no podía estar allí. Entonces opté por hacerme el tonto, el que no entendía, queriendo demostrar que no era inglés; porque el primer día otros oficiales de control al saber que era argentino me habían permitido vender allí.
No es la primera vez que me pasa, el idioma inglés y su gente en muchos lados no son bienvenidos. Pero si no nos comunicamos en inglés en que hablamos?
Al final no hubo caso, éstos tipos eran cabrones, llamaron a un vendedor del lugar y en un inglés más claro me dijo: “tienes que irte hombre, si debes trabajar para continuar tu viaje, es tu problema, pero no puedes hacerlo aquí”.
Que mala onda pensé, y un poco irritado me fui del otro lado del puente, como me habían ordenado.
Pero a los 20 minutos aparecieron de nuevo los mismos oficiales y me exigieron salir de donde estaba, a retirarme otros 200mts del puente. Entonces me irrité y cansado de tantos acontecimientos en estos días, los desafié y les dije que no me iba un cuerno. El ponerme como machito me duró poco, porque a los 5 minutos tenía la policía encima de mí y aunque ya estaba guardando mis cosas, me pidieron el pasaporte y enseguida recordé aquella mujer. Traté de ablandar la situación, contándole de donde venía y hacia donde iba, pero no hubo caso y a la tercera vez que me insistieron tuve que darles mi documento.
Pero tuve suerte, creo que uno de los oficiales se apiadó de mí y tras chequear mis datos me lo devolvieron, con la condición de que abandone inmediatamente el lugar. Y no lo dudé, aunque no tenía mucho dinero dejé la ciudad tan rápido como pude, prometiéndome a mí mismo no volver a Praga nunca más.
Mi última noche en la ruta
En la salida de la ciudad, al parar en un semáforo se me acercó un hombre para curiosear acerca de mi viaje, hablaba buen inglés, y por ello me desahogué contándole todo lo sucedido. Y fue cómico, justifico el mal humor de los checos por el calor que hacía en esos días.
En mi último día en República Checa paré para acampar en el medio del campo. Fue con el anochecer que elegí un lugar, donde dejé la bici y caminé unos 100 mts para curiosear una rara torre de madera que existía allí. Y que susto me llevé.
De repente escuché una voz dirigiéndose a mí, me hablaban en checo y no sabía de donde provenía. Había una espesa vegetación cerca y no veía con claridad. Tras unos segundos vi a un hombre en la cabina de la torre. Yo estaba desconcertado. ¿Quién era ese hombre? ¿Y que estaba haciendo allí? ….en el medio del campo y a esa hora?
Sin mostrarle miedo le expliqué mediante señas que viajaba de bicicleta, que pretendía armar mi carpa para dormir esa noche y que al otro día seguiría viaje. No sé si me entendió, pero el hombre me hizo una seña que tampoco le entendí. Quizás me dijo que me vaya, o que haga lo que quiera. Yo por las dudas decidí dormir allí.
1 Comentario
Helena
Este reportaje es de hace años ya, pero aún así he querido dejar mi testimonio de que, en efecto, Praga es un lugar para no volver. Si consigues salir de allí sin ser estafado o engañado, tienes suerte.