India – Km. 73.210
Y finalmente llegué a India. Ya habían pasado más de 8 años de viaje y también de espera, por adentrarme y descubrir quizás el país más místico del mundo. Estaba entusiasmado y curioso debido a que me encontraba en la cuna de la civilización, en la tierra de los lugares sacros, en la casa de los Dioses y por ello también en el lugar donde muchos de los viajeros que la visitan se conectan espiritualmente.
Pero a lo largo de mi recorrido por India, también noté que el país posee una pobreza escalofriante, que su burocracia puede ser irritante y que su gente a veces transforma el quehacer más simple en aquello realmente inesperado.
“Incredible India” es el slogan que utiliza el ente de Turismo para llamar a los viajeros de todo el mundo. Yo sabía que aquí no contaba, ni toda mi experiencia en viajes ni todo lo que ya había visto antes; porque India es único y ésta sería una dura prueba a superar.
El Sikhismo y Templo de Oro en Amritsar
Entré en India desde Lahore y pese a que muchos paquistaníes me habían dicho que las rutas en India serían peor que las de Pakistán, ni bien crucé la frontera e ingresé a la provincia de Punjab sentí un alivio, que me duró por algunos días de pedaleada, porque la ruta tenía poco tráfico y banquina, y porque las pequeñas poblaciones de sus caminos secundarios son increíblemente limpias, no muy pobladas y verdes. “Esto no es la India de la que me habían hablado”, pensaba una y otra vez. Pero en verdad que esto duró poco, porque a medida que avanzaba camino a Delhi todo era más India, todo era un desorden.
Mi primera parada fue en Amritsar, para visitar el Templo de Oro, conocido como el lugar de culto más santo de la religión Sikh. Según me explicaron el Sikhismo es una religión que armoniza el hinduismo con el Islam, fundada por Guru Nanak a fines del siglo XV en Punjab (región actualmente dividida entre Pakistán e India); y ésta nace como reacción contra el sistema de las castas y el dominio ejercitado de los brahmanes (miembros de la casta sacerdotal) en los sitios religiosos. La doctrina básica del Sikhismo consiste en la creencia de un único Dios y en los enseñamientos de sus diez gurús, compilados en el libro sagrado de los Sikhs: “el Gurú Granth Sahib”, considerado el décimo primero y último Gurú.
Para el Sikhismo, Dios es eterno, el Creador del mundo y de los seres humanos y debe ser nuestro blanco de devoción y amor. El Sikhismo enseña que el ser humano está separado de Dios debido al egocentrismo que lo caracteriza. Ese egocentrismo hace que permanezca en el ciclo de la reencarnación y que no alcance la liberación, lo que para el Sikhismo es conocido como la unión con Dios. Los Sikhs creen en el karma, según el cual, las acciones positivas generan frutos positivos permitiendo alcanzar una vida mejor y un progreso espiritual; en tanto la práctica de las acciones negativas lleva a la infelicidad y al renacer en formas consideras inferiores, como en forma de planta o de animal.
En el curso de su predicación, Gurú Nanak llevó a cabo varios milagros y sostuvo que la meditación constante y murmurada en nombre de Dios era el mejor camino para obtener la iluminación.
Cuando llegué a Amritsar me dirigí al Templo de Oro, donde encontré miles de fieles, enseguida se me acercó Sarain, un hombre con larga barba y un turbante en la cabeza que en un buen inglés supo ubicarme en el templo y contarme donde me encontraba. Por ello una vez que me instalé en el cuarto comunitario para extranjeros salí a caminar con Sarain, que muy entusiasmado me llevaba para todos lados de la mano.
Según me explicaba el templo que se encuentra rodeado de un lago artificial (posteriormente conocido como Amritsar que significa Néctar de la Inmortalidad) tiene 4 entradas, una para cada lado, con el fin de dar la bienvenida a los viajeros de todas las direcciones y religiones, significando aceptación y abertura. De acuerdo a Sarain antes de entrar al complejo los peregrinos deben descalzarse, lavarse los pies y cubrirse la cabeza. Luego quien lo desea puede bañarse en el agua sacra de su lago, que rodea el Harmandir Sahib, el lugar donde se encuentra el Sri Guru Granth Sahib, la literatura más sagrada de la religión Sikh.
Sus tres pilares: mantener a Dios presente en la mente en todo momento, alcanzar el sustento a través de la práctica de un trabajo honesto y compartir los frutos del trabajo con los necesitados.
Durante mi estadía en el templo comí en el comedor, que recibe gratuitamente a más de 15.000 personas diarias y que se mantiene abierta 24 hs sobre 24. El templo me pareció de lo más hermoso y bien organizado que he visto en todo el país, con un hotel dentro, con baños permanentemente limpios y hasta ventiladores en las galerías. Y todo atendido por voluntarios, impresionante!
Camino a Delhi
En la tarde que dejé Amritsar, tuve que enfrentarme a una fuerte tormenta de viento y por ello detenerme y esperar un rato. Luego me alojé en un pequeño hotel situado en la ruta, allí también sufrí con la comida, estaba picantísima. No importa si la pido sin pimienta y sin chili, me la sirven como les parece a ellos, que me resulta incomible. Pero después de haber estado un día entero pedaleando y sin opciones a elegir, no tengo más remedio que aguantármelas y comerla. Cuando termino me alzo de la mesa con los labios ardiendo y claramente que de muy mal humor.
Luego la ruta me llevó hasta Chandigarh, una ciudad muy diferente en el panorama urbano de la India. Según me explicaron Chandigarh fue planeada por un arquitecto modernista Francés después de la división del país, en una forma perfectamente geométrica. Hoy sus calles alineadas, verdes y limpias reúnen nuevos hoteles, grandes negocios y bares donde especialmente la juventud local frecuenta al mejor estilo occidental. Allí visité el Nek Chand Fantasy Rock Garden, un parque de 20 hectáreas que a través de pequeños senderos en forma de laberinto se llega a una gran cascada y a varios anfiteatros donde existen esculturas hechas con el reciclaje de basura urbana e industrial. Hoy el jardín es uno de los proyectos más importantes de reciclaje de toda Asia.
Pedaleando en dirección Delhi me crucé con un elefante, no lo podía creer, pero ahí estaba, en la autopista, con su jinete y entre autobuses, autos y motos, como si nada, como si fuese un medio más de transporte. Incredible India!!!
También me detuve en Kurukshetra, el lugar donde se cree que Krishna recitó el Bhagavad Gita (el que se conoce como la joya de sabiduría espiritual de India) para aconsejar a su amigo y príncipe Arjuna antes de la batalla de Mahabharata, cerca de 5000 años atrás. Krishna es uno de los dioses más popular y adorado en toda la India. Existen infinidad de leyendas, canciones y pinturas que representan su vida y hazañas. El Museo Sri Krishna de Kurukshetra está lleno de representaciones antiguas y modernas que según me explicó su guía, fueron realizadas por artistas de todo el subcontinente con diferentes materiales, como piedra, madera, bronce, marfil, seda y hojas de palmera. Fascinante.
En mi última noche en la ruta llegué a Panipat una localidad situada a unos 90 km de Delhi, donde me alojé en un pequeño hotel que sólo disponía de una habitación libre en el segundo piso. Creo que traspiré más en subir todo mi equipe y la bicicleta hasta allí que en todo el día de pedaleada, y con cuantos mosquitos que me tocó compartir la habitación, que bueno que tengo mosquitero.
Al día siguiente comencé a pedalear temprano y pasado el mediodía llegué a Delhi, con una temperatura que superaba los 40º, allí tuve que lidiar con todo tipo de vehículo y algunas vacas pero finalmente me instalé en Majnu ka Tilla, una colonia tibetana que alberga hoteles simples y que por su ubicación me resultó el lugar perfecto para evitar la confusión de la gran ciudad.
Allí me quedé 10 días, conociendo la ciudad y preparándome para la visita de alguien muy especial.