Lituania

El estado que fue imperio

La primera mención histórica de Lituania se remonta al año 1009. Pero recién en el siglo XIV fue cuando su granduque, cabeza de la dinastía Gediminas, amplió durante su largo gobierno las fronteras del Estado, creando el imperio lituano y conquistando ciudades como Novgorod, Smolensk y Minsk, entre otras; que hoy forman parte de Rusia y Bielorrusia.

A fines del mismo siglo con la unión matrimonial del granduque Jogailla y la princesa heredera del trono de Polonia se dio lugar a la unión entre el reino de Polonia y el granducado de Lituania. Esto provocó la conversión al Cristianismo de la nobleza lituana y de la población de Vilnius quién recibió en masa el bautismo.

Durante 200 años Lituania estuvo unificada a Polonia y luego disputada por los suecos aunque fue Pedro I el Grande que se afirmó en la región y quién alcanzó el dominio ruso. Muchos años más tarde en diferentes ocasiones fue ocupada por los alemanes, por los polacos y nuevamente por los rusos.

Sólo en el año 1991 Lituania alcanzó nuevamente su independencia.

Pedaleando en Lituania – Km 33.580

Mi paso por Lituania fue tan corto, como lo corto que es el país. Pero los días que estuve bastaron para conocer un poco el país y la hospitalidad de su gente.

Ingresé a Lituania desde Polonia, a través de Kalvarija. Su puesto fronterizo era tan fantasma como sus rutas que provenían de él. Entre la frontera y Kaunas hay menos de 100 km, sólo de campos planos y casi sin poblaciones. Por ello llegar allí me demoró medio día.

En 1923 con la derrota de Alemania tras la primera guerra mundial, Lituania por primera vez se auto-proclamó república y Kaunas fue su capital, aunque sólo hasta 1940, cuando el país pasó a estar nuevamente bajo la tutela soviética.

Hoy Kaunas es la segunda ciudad y cuenta con algo de turismo, por su centro histórico y por su cercanía a la capital actual: Vilnius. Llegué pasada las 14 hs y tras ingresar a la ciudad le pregunté a un taxista: Centrum, centras, center? Se lo dije en varios idiomas, no tenía ni idea como era en lituano. Pero acerté porque me entendió y con una mirada seria me indicó con su mano: “Esto es el centro”.

No lo podía creer, estaba en una calle que pasaban camiones, buses, y minibuses, pero no había gente, se parecía a la calle Huergo de Buenos Aires, y lo que esperaba ver era algo con más movimiento, para poder trabajar y juntar un dinero para seguir viaje. Pasé un largo rato buscando información y que difícil que era todo!!!!

Pero por fin llegué al centro histórico.

4- Casco Antiguo
iosu-dagneb

Trabajé un par de horas y vendí muy poco, y de repente apareció Dagné, una señora de unos 50 años aproximadamente, que sin hablar inglés me ofreció un lugar para dormir. No lo podía creer, sin entendernos una palabra me estaba abriendo las puertas de su casa. La casa era de construcción vieja y estaba en reformas, había gente trabajando y era un verdadero despelote. Pero la verdad es que me hospedó en la mejor habitación.

Sobre el final de la tarde conocí a un vasco que también viajaba de bicicleta, su nombre era Iosu y estaba de vacaciones; y como no tenía bien claro donde dormiría me lo llevé a la casa donde me hospedaba y también fue muy bien recibido. La dueña de casa nos atendió como una verdadera madre, nos sirvió comida insaciablemente y pese a que ya habíamos cenado no hubo forma de decirle que no y tuvimos que comer nuevamente. A la mañana siguiente sucedió igual, teníamos provisiones para nuestro desayuno, pero la mujer insistió y nos sirvió una pila de comida y dulces.

Cuando nos despedimos no sabía que actitud tomar, llegué hasta creer que la mujer podría pedirnos algo de dinero pero que tonto fui. Sólo nos abrazó, nos regaló un cristo de madera e hizo la señal de la cruz en nuestras frentes. La mujer era una santa, y me quedará grabada para siempre.

Rumbo a la frontera

Como Iosu no tenía su ruta bien marcada decidimos pedalear juntos un par de días, hasta Riga, la capital de Letonia.

Esa misma tarde avanzamos casi 100 km, con la amenaza de una gran tormenta en nuestra espalda. Pero tuvimos suerte en el momento que la lluvia nos alcanzó pudimos refugiarnos bajo la única gasolinera en todo el camino recorrido.

Con la noche llegamos a Ramygala, un pequeño poblado, que por supuesto no tenía hotel, y como el cielo amenazaba más tormentas, decidimos hablar con la gente del pueblo para probar nuestra suerte.

Y no nos fue mal, esta vez caímos en la casa del almacenero del pueblo, un muchacho joven que promediaba los 30 años. Su nombre era Ilia y no hablaba nada de inglés pero con señas casi que nos entendíamos.

La que no se puso muy contenta fue su mujer, porque al vernos se encerró en su cuarto.

La casa era muy sencilla, tenía una letrina fuera y no tenía agua corriente, por ello terminada nuestra cena fuimos al pozo a buscar agua con dos baldes para lavar todo en una palangana que reposaba junto a una antigua heladera. Luego Ilia nos ofreció tomar baño, allí mismo con las palanganas. Gracias, le dijimos, no creímos tener la habilidad para poder hacerlo sin enchastrarle al menos medio salón.

Con IliaDe repente la mujer con muy mal humor salió del cuarto donde estaban también sus dos hijos, le dijo algo y se fue; e Ilia tras ella. Demoraron como 30 minutos en regresar. Definitivamente a la mujer no le simpatizaba la idea de que durmiésemos allí, la casa era muy humilde y no había comodidades. Pero Ilia metió a toda su familia en su cuarto y cerró la puerta.

Al día siguiente nos levantamos con la primera luz e Ilia nos pidió que dejemos la casa antes de que se levante su mujer. Desayunamos tan rápido como pudimos y justo cuando la mujer salió para asearse en la palangana pegamos nuestras bicicletas y desaparecimos. Sin duda a Ilia que era un fenómeno, una vez más se le venía la noche.

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