Avianca, una empresa por la que no volvería a viajar
“Si no tienes un pasaje de salida de Colombia, no puedes viajar” me dijo Juan Kinch, el gerente de Avianca en las oficinas del aeropuerto de la ciudad de Panamá, cuando faltaban apenas unas horas para subirme al avión.
El tapón del Darién es una zona selvática entre Panamá y Colombia, y sirve como una barrera natural entre Centroamérica y Sudamérica, especialmente para los intereses de EE.UU., que no quiere una conexión fácil en el continente para evitar aumentar su problema migratorio. Por no existir en la actualidad una vía terrestre que una Panamá y Colombia, la única opción para atravesar el tapón del Darién es por aire o por mar. Y por mar aún existen tres alternativas, pero en mi caso ninguna me convenció. Los veleros cobran 500 usd, los barcos cargueros pueden tardar 10, 15 o hasta 20 días, y las lanchas rápidas, para quien viaja en bicicleta, no es una buena opción. Porque en ellas toda carga viaja adelante y sólo hasta Puerto Obaldía, que son 8 horas de viaje, la lancha golpea, golpea y golpea. Las grandes olas bañan todo y a todos y sumado a los fuertes vientos en época de lluvia, el viaje, según me contaron otros viajeros, es un martirio.
Buscando el camino más fácil, y pensando más en mi bicicleta que en el propio sufrimiento o dinero que podía ahorrar, elegí viajar en avión. Aún me encontraba con Juan, que desde Cartagena volaría de regreso a Argentina. Unos días antes, yo había conseguido del Sr Kinch, en su oficina del aeropuerto, la cortesía por el exceso de mi equipaje. El tipo era un colombiano, de unos 40 años y enseguida se interesó en apoyar mi viaje. Pero al momento de viajar, me informó que había hablado con la oficina de migraciones de Colombia, y en un tono amenazante me dijo: “Sin pasaje de salida, no viajas. Son las reglas. De no tener pasaje, a parte de regresar al pasajero la compañía podría pagar una importante multa.
Me pareció una ley absurda, porque tener un pasaje de vuelta no asegura que uno se regrese. Yo estaba convencido que esa norma no debía aplicar en nuestro caso, porque estábamos camino a Argentina por tierra. Sentí impotencia.
En un ataque de furia compré dos pasajes hacia Argentina por el valor de 1.500 USD. A nuestra llegada a Colombia nadie nos pidió el pasaje de salida y nos informaron que éste no es un requisito de entrada. Para corroborarlo nos dirigimos a la oficina central de migraciones, situada en el aeropuerto y hablamos con el oficial de Migraciones, Carlos Eslava, quien nos confirmó que para ingresar a Colombia no se precisa de un pasaje de salida del país, menos siendo Sudamericano y viajando de bicicleta.
Una vez en Cartagena, pedí el reintegro del pasaje que nunca iba a utilizar, y presenté una queja por escrito en las oficinas de Avianca y Aeronautica Civil de Colombia. Semanas después ambos se justificaron.
En el Caribe Colombiano
A nuestra llegada a Cartagena nos alquilamos un cuarto por un mes. Faltaba muy poco para el receso escolar de mitad de año, y por ello creímos que una parada en tal fecha serviría para vender y recaudar dinero. También corría el mes del mundial, era el cuarto que vivía durante el viaje y estaba convencido que Colombia era un buen país para verlo. Mucho mejor que en Malawi, Turquía y China donde me perdí la mayoría de los partidos.
Debo reconocer que los colombianos son tan apasionados por el futbol como los brasileros. Tuve la sensación, que la Tv Caracol es igual a laTV O Globo cuando se trata de relatar un partido. Sus comentaristas son demasiado fanáticos, y estresantes para quien no se importa tanto en el equipo. Pero lo más dramático fue que cada triunfo de la selección estuvo acompañado, solo en Bogotá, con una decena de muertes.
Durante un mes Juan y yo estuvimos en el casco antiguo de Cartagena, en el hotel Balcones de San Agustín, que por momentos llegó a albergar hasta 20 huéspedes pese a que esta antigua construcción cuenta con un solo baño de uso compartido. Con la seriedad de un trabajo, cada tarde bajaba los tres pisos por escalera, con mi bicicleta y todo el equipaje, con el único fin de exponer mi viaje y vender el documental. Lo mismo hacía Juan con sus joyas de plata. La ciudad parecía un carnaval, había cientos de vendedores por todos lados y muchos viajeros que exponían casi siempre libremente su sustento para seguir viajando. La policía no corre a los vendedores, tampoco hay control municipal y el vendedor colombiano es más gentil que en otros países. “Todos tenemos derecho a trabajar”, me dijo un vendedor cuando llegué a la ciudad.
En soledad, desde Cartagena mi recorrido siguió hacia Venezuela, costeando el Caribe Colombiano. Con un fuerte viento en contra llegué a ciudades como Barranquilla, Santa Marta y Rio Hacha, donde siempre fui muy bien recibido por gente local. El colombiano es buena gente.
También visité el Parque Nacional Tayrona, que se caracteriza por su paisaje tropical, con playas de arena blanca, mar azul, formaciones coralinas, manglares y lagunas.
Visitando a la Comunidad Indígena Arhuaco
Vecino al Parque Tayrona existe la formación montañosa litoral más alta del mundo, la cual se eleva abruptamente desde las costas del Mar Caribe hasta alcanzar una altura de 5.700 metros en tan sólo 40 kilómetros. La Sierra Nevada es hogar de cuatro comunidades indígenas, que conservan su cultura casi intacta y hablan sus lenguas tradicionales: los wiwas, los kogis, los kankuamos y los arhuacos. Juntos, suman más de 30.000 personas.
En mi paso por Santa Marta visité el Centro de Comunicación Indígena, donde expuse mi viaje por el mundo y mi interés por conocer al grupo indígena Arhuaco, quienes son conocidos por poseer gran sabiduría y entendimiento místico. Camino a Venezuela, me detuve en Perico Aguado, un pequeño poblado en las tierras bajas donde existe un resguardo indígena que sirve ocasionalmente para reuniones de los mamos, los líderes espirituales.
Para llegar allí tuve que contratar una moto-taxi que durante un buen rato me guío entre fincas y plantaciones de bananas. A mi llegada me recibieron el Mamo Camilo y Eliecer, quien oficiaba de traductor. Ambos de estatura media, pelo liso negro, largo hasta la cintura, ojos oscuros, pómulos bien marcados y piel marrón; vestían ropas características de un blanco impecable, un sombrero cónico y tenían en sus manos el poporo, una calabaza ahuecada donde almacenan caracol triturado y que utilizan para masticar las hojas de coca.
Durante un buen rato estuvimos conversando sobre mi viaje, sentados en troncos bajo un árbol, con mi bicicleta de lado. Les conté el tiempo que llevo viajando, los lugares recorridos y las diferentes comunidades que he visitado. Con el final de la tarde, el Mamo Camilo me ofreció quedarme hasta el fin de semana, cuando llegarían Mamos de toda la zona para debatir sobre los problemas actuales. Por ello me instalé en la casa de Eliecer, con su hermano Ulises..
“Los mamos son escogidos entre diferentes candidatos de 8 a 10 años de edad”, me explicaba Eliecer. “En lo alto de la montaña, éstos jóvenes reciben preparación durante 10 o 15 años, donde aprenden sobre el mundo natural y espiritual. Los mamos son personas intelectuales y ofician de sacerdotes, médicos y consejeros. Su influencia es decisiva en la vida de cada persona y en la sociedad”.
Durante la primera noche al conversar con Eliecer pensé que era un indígena como los que ya había conocido a lo largo del viaje. Por lo general son personas tímidas, de poco hablar, desinteresadas y con muy poca educación escolar. Pero con el correr de los días, me di cuenta que este licenciado en Administración de Empresas, no solo es el traductor, o quien hace los escritos para los intereses de la comunidad, sino un buen delegado que siempre acompaña al mamo Camilo para resolver los conflictos de su comunidad.
En el día del gran evento, sobre el mediodía comenzaron a llegar los mamos, que se fueron ubicando bajo el gran árbol, como si fuese un centro de convenciones. Cada uno de ellos llevaba consigo una bolsa con hojas de coca y su poporo. Al saludarse se intercambiaban un puñado de hojas como señal de respeto mutuo. La reunión la presidía el mamo Camilo, que más temprano se había sentado a conversar conmigo.
“Tradicionalmente los arhuacos hemos sido un pueblo pacífico que siempre hemos habitado las tierras altas, medias y bajas de la sierra nevada. La actividad económica fundamental ha sido la agricultura, principalmente de subsistencia. Originalmente cada familia poseía una parcela en tierra fría, otra en clima medio y otra en tierra caliente, pero debido a la colonización y expansión de la propiedad privada, los indígenas hemos perdido las tierras bajas y esto ha ocasionado la deforestación de la región. Según nuestro conocimiento, cuando hay tempestades, sequías o hambre en el mundo es debido a un fallo humano por no mantener la armonía del planeta. El equilibro de la humanidad no solo está en el respeto hacia los demás seres humanos, sino a la naturaleza. Ese equilibrio se consigue realizando ofrendas a los lugares sagrados para devolver a la tierra lo que se ha obtenido de ella. Esa es la responsabilidad de un mamo, la de mantener el orden natural del mundo por medio de meditación y rituales”.
Según me explicó Eliecer, en las últimas décadas los grupos indígenas de las Sierra Nevada se han organizado en un movimiento político para defender sus derechos y valorar el desarrollo de distintos proyectos de infraestructura, como la construcción de represas, centrales hidroeléctricas y la explotación de minas. Durante mi visita, los mamos debatían sobre la mejora de los cultivos de cacao, la ampliación de la carretera que pasa por territorio indígena y acerca de cómo rescatar antiguos tesoros saqueados que en la actualidad se exponen en un museo de Alemania.
“En estos encuentros se charla, se charla y se charla, y lamentablemente es muy poco lo que podemos conseguir”, me confesó quien ya se había convertido en mi amigo, casi resignado.
En la Guajira
Camino a la frontera ingresé al estado de Guajira, el estado mas pobre de Colombia. Un lugar seco, árido y muy cálido. Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) el 85% de la población vive en situación de pobreza. La mayoría de las poblaciones no cuentan con servicio de acueducto. Nunca ha habido agua potable. El agua para beber, cocinar, lavar la ropa, bañarse y para alimentar a las cabras, la surten las lluvias o el río. Según me cuentan los guajiros hace más de dos años que no llueve y los ríos están totalmente secos.
Llegando a Rio Hacha me topo con un bloqueo y con un autobús recién incendiado. Unas 200 personas cortan la principal ruta que mantiene incomunicada a Riohacha con Maicao y Venezuela. La policía los enfrenta. La protesta es por la crisis de agua que padecen hace meses, la desnutrición infantil y la muerte de varios niños.
Mas tarde me siento a almorzar, y leo en un periódico: “El entrante ministro del Interior, Juan Fernando Cristo asegura que el Ejecutivo está buscando soluciones a la crisis de La Guajira, pero sostiene que el Gobierno Nacional debe respetar la autonomía local”.
Ya en la cena, un noticiero informa: “en los últimos 5 años murieron 4700 niños por desnutrición en el estado de Guajira”.
Mientras tanto el Instituto Colombiano Agropecuario reporta que la falta de agua ha causado la muerte de más de 20 mil cabezas de ganado.
Si, leyó bien Sr. lector, esto es Sudamérica…
1 Comentario
Jairo A. O.
Saludos.
Siento que se lleva unas impresiones de una parte de nuestro territorio. Hay lugares difíciles, hostiles, mágicos, naturales, desarrollados y un mediano etc. En nuestro pais podemos tener lugares de primer, segundo, tercero y mas mundos. Y tal vez como en vuestro pais tardaría muchos años o toda la vida en recorrerlo todo y comprenderlo. Asi es que en vuestro recorrido por el mundo tal vez no llegue a conocerlo todo, pero la impresión que te llevas es por donde lo recorres. Y mucha mejor impresión que alguien tendría sin pisar el suelo de “x” pais ni siquiera un día.
Todos quisiéramos que se llevara la mejor impresión de cada pais, mas si es donde uno nació. Lamento las incomodidades y los momentos dificiles, celebro los hermosos.
Quisera que todo el mundo se transformara en un mejor lugar cada dia, cada hora, cada mes. Para que pudiéramos conocerlo en paz y amor, descubriendo lo mejor de sus gentes y de su cultura.
Vuestro aporte en un grandísimo grano de arena en favor de esa reconciliación mundial que todos buscamos, sanando corazones, comunidades y territorios.
Sueño que en nuestro pais Colombia pronto llegue ese amanecer: la paz, y que una vez cimentada podamos ayudar a decenas de pueblos que aun viven conflictos internos como el nuestro.
Gracias por compartir vuestra experiencia.