Tel Aviv
Desde Jerusalén pedaleamos casi todo en bajada hasta Tel Aviv, unos 80 km que separan la capital del centro de la economía global israelí.
A nuestra llegada nos albergamos en uno de sus hoteles mas económicos, así y todo pagábamos 40 u$s la noche, un precio muy diferente a lo que estábamos acostumbrados a pagar en los países árabes de donde proveníamos. Pero por suerte conocimos a Guy y a Yonatan, dos estudiantes israelíes que nos albergaron en su casa. Por ello nuestra estadía en la gran ciudad fue más que un placer. Guy, hijo de judíos, había nacido en Israel, pero su familia había inmigrado desde Irak tras la creación del nuevo estado judío en 1950. Según nos explicaba Guy, en el ano 606 AC., cuando los babilonios conquistaron el reino de Judá trasladaron a los líderes judíos provocando así el primer exilio judío. Pero pese a que 70 años más tarde, el rey persa Ciro II el grande les permite retornar a la tierra de Israel, una gran parte de la comunidad judía se quedó en Bagdad donde permanecieron hasta la mitad del siglo XX, cuando nace definitivamente el estado de Israel.
Yonatan también había nacido en Israel, pero había vivido varios años en el exterior, dos de ellos en argentina, por lo que hablaba muy bien el español. Según me contaba al finalizar su colegio secundario ingresó en el ejercito donde permaneció 6 años, los últimos 3 por elección propia. De acuerdo a la política selectiva de su gobierno militar, su trabajo consistía en demoler mediante explosivos las casas donde residía la familia de los responsables actos suicidas, que por medio de un cuerpo de elite eran siempre descubiertos. “Parece mentira”, me decía, ”pero existen algunas madres que bendicen a sus hijos cuando se atan cinturones con explosivos para suicidarse en una operación criminal”. También me contó que durante toda su permanencia en el ejército nunca mató a nadie.
En la casa donde Clara y yo nos alojamos también vivía Lisa, una rusa que había inmigrado con su familia judía en 1997. Y nos sorprendimos cuando menuda como era, nos dijo: “yo también fui al ejercito, aunque como toda mujer solo 2 años”.
Debido a la ley de Retorno (que concede residencia y ciudadanía a los judíos de cualquier lugar del mundo), Tel Aviv es hoy un enjambre de grupos judíos de diversas lenguas y culturas unidos bajo una bandera nacional. A pesar de los últimos conflictos como la segunda guerra del Líbano, hasta el día de hoy, siguen llegando inmigrantes y descendientes judíos a todo Israel.
Según nos explicaban los chicos, en 1948, cuando nace el nuevo Estado, la población total de Israel era solo un poco mayor a los 900.000 habitantes, de los cuales el 16% era no judíos. Pero entre 1948 y 1960 la población inmigrante judía se incrementó en mas de un millón de personas; ellos eran emigrados desde países musulmanes por temor a las represalias por la fundación del nuevo Estado de Israel; provenientes de Yemen, Irak, Siria, Líbano, Túnez, Marruecos, Libia, Irán y Argelia. También emigró al nuevo Estado la pequeña comunidad judía de Europa tras el Holocausto, menos de un cuarto de millón de personas. Y tras la caída de la Unión Soviética se han producido otros flujos inmigratorios (que hasta ese momento se les negaba el permiso de emigrar) por lo que muchos judíos de Rusia, Ucrania y Bielorrusia decidieron emigrar a Israel, así como muchos judíos de Argentina tras la grave crisis económica que ha sufrido en los últimos años.
Israel es un país de tamaño pequeño, con una población de 7 millones de habitantes (2005); de los cuales el 78% son judíos, y el 19% árabes. En Cisjordania y Jerusalén Este, en el mismo año la población era de 2,3 millones. Según el Ministerio del Interior israelí viven unos 200.000 colonos israelíes en los asentamientos establecidos en los territorios en disputa.
Sin duda la inmigración influyó notablemente en el equilibrio demográfico y en el desarrollo económico de Israel, generando un salto positivo también gracias a la cantidad de nuevos inmigrantes con buen nivel académico en todas las ramas de la ciencia y la tecnología. Hoy Tel Aviv es la ciudad ejemplo de la modernidad en Israel, el centro industrial, comercial, financiero y cultural del país. También es la capital gay de Medio Oriente, hecho que se confirma con la celebración anual del desfile del día del orgullo gay.
Nuestra estadía en Tel Aviv, se prorrogó por más de tres semanas, en las que aproveché para buscar algún sponsors. Pero es la primera vez a lo largo de todo mi viaje que me detengo en una capital para buscar sponsors y me voy con las manos vacías pese a tantas reuniones con personas importantes. De todas maneras gané algo dinero con la venta de mis muñequitas durante los fines de semana. Pero me resultó cómico, porque a no ser alguna excepción, casi todas las ventas eran de a una. Algo que nunca me sucedía, porque su precio no supera el precio de un helado.
Un día, por medio de Fran, un amigo argentino, me presenté en uno de los locales de la mayor cadena de negocios de bicicletas del país, donde su dueño al conocer mi historia me pidió por escrito la propuesta en la que le solicitaba una bicicleta nueva. Mi vieja bicicleta ya llevaba 50.000 km. Tras unos días supe que la oferta a mi demanda solo arribaba al 30% de descuento sobre una bicicleta nueva. Pero el encargado del negocio, tenía una bicicleta nueva, y me la regaló. Y el tipo no quiso publicidad, pese a que el periódico mas grande del país publicó un articulo de mi viaje, al igual que una revista de ciclismo.
Días después otra firma de bicicletas, le regalo una bicicleta para Clara, y vino muy bien.
Los kibutz
Dejamos Tel Aviv rumbo al norte, con nuestras bicicletas nuevas, y pese a que la distancia hacia Haifa, era solo de 80 km, nos tomamos varios días para conocer diferentes lugares y disfrutar de todos aquellos atardeceres con el que sus playas nos agasajaban. Así pasamos por Herzilya, Hadera y Netanya; y también visitamos los kibutz de Ga’ash y Ma’agan Michael.
Según nos explicaron en el último cuarto del siglo XIX, cuando todavía era dueño del Medio Oriente el Imperio Otomano y no había nacionalismo árabe, (surgido recién en Siria a principios del siglo XX) la mayoría del territorio que hoy es Israel era un desierto. Así en 1903 el movimiento sionista (movimiento de liberación nacional y social del pueblo judío) compró a los árabes terratenientes radicados en Beirut y Damasco sus pobres tierras palestinas para erigir los primeros kibutz en forma legal. De esta manera los kibutz fueron las primeras comunidades que llegaron a ser esenciales para la creación del estado de Israel. Fueron fundados en un momento en el que la agricultura independiente no era práctica. Forzados por la necesidad a desarrollar un tipo de vida comunal e inspirados por su propia ideología sionista socialista, los miembros del kibutz desarrollaron un modo de vida que ha durado varias generaciones. Sin embargo hoy en día se vive un proceso de transformación que pone en duda la vigencia del kibutz como un modo de vida socialista y alternativo al sistema.
A nuestra llegada al kibutz de Ma’agan Michael conocimos a Roni que nos invitó a quedarnos unos días, porque según nos explicaba, solo siendo invitados por un miembro del kibutz podíamos quedarnos. Por ello, montamos nuestra tienda en la playa, un lugar fabuloso donde nos quedamos casi una semana. Y en verdad que no nos faltaba nada, porque a la hora de comer, íbamos al restaurante donde la comida era buenísima y sus cuentas a pagar insignificantes; una de las tantas ventajas para los miembros del kibutz, que también Clara y yo podíamos disfrutar.
El kibutz parecía un hotel de lujo, tenia una piscina impresionante, anchas de fútbol, de básquet, de tenis, varios deportes acuáticos y hasta caballos. Nos sentíamos como en un hotel. Según nos explicaba Roni, el kibutz de Ma’agan Michael, es uno de los más desarrollados de Israel, que no solo trabaja con la agricultura, sino que también tiene la mayor industria de plástico del país, así como un criadero de peces con fines comerciales y un gran establo entre otras cosas. Pero también una política muy particular.
Según me explicaban todos los miembros del kibutz tienen salarios básicos e igualitarios y la mayoría de los puestos de trabajo son rotatorios; pero si un miembro trabaja afuera del kibutz también dispone del mismo salario, porque su salario (por lo general mucho mayor al del kibutz) lo debe aportar para la comunidad. En el kibutz, todos los bienes son de propiedad del kibutz y pertenecen a todos los miembros, así como los servicios y los medios de producción.
También supimos que si un miembro del kibutz se casa con una persona de afuera, el kibutz le regala una cierta cantidad de dinero, pero si lo hace con otro miembro del kibutz, se le regala el doble. Otra de las ventajas es que todos los miembros a los 18 años ya tienen una casa disponible para vivir solos.
Durante nuestra estadía en Ma’agan Michael conocimos a mas de una decena de chicos argentinos que habían llegado a Israel tras el aliyah, (retorno de la gente judía a Israel). Según nos explicaban, el kibutz los acogía por el término de 6 meses, en donde trabajaban y estudiaban el hebreo; y luego el gobierno israelí les brindaba ciertas facilidades para que permanezcan en Israel. “Nos criamos en una comunidad judía desde chicos”, me decía Ariel, “todos nosotros asistimos a una escuela judía, a las fiestas judías y siempre nos regimos bajo el calendario judío. También en Buenos Aires varios de nosotros éramos líderes de grupos de jóvenes de origen judío. Para nosotros venir a Israel, no solo simboliza regresar a nuestra tierra madre, sino que representa el paso más importante, en el largo camino de la búsqueda de nuestra identidad”.
En el norte
Camino a Nazaret, nos detuvimos en Eilabun, donde conocimos a Ramez y su familia y donde nos albergamos unos días. Según nos explicaba Ramez, Eilabun es un pueblo en el que su mayoría son árabes cristianos. Pero tras la creación del nuevo estado de Israel en 1948, fuerzas militares israelíes llegaron y echaron a la fuerza a los cristianos que ya llevaban varias generaciones viviendo allí. Según Ramez, muchos de sus pobladores se revelaron, pero como resultado de tal rebeldía fueron tomados al azar 12 hombres y ejecutados para que sirviese como ejemplo y se marchasen todos. Años después, mediante varias tratativas de un cura que había quedado en la región y a través de la ONU, varias familias de aquella expulsión pudieron retornar a sus hogares. Una de ellas era la familia de Ramez.
Tras unos días llegamos a Nazaret, la ciudad árabe más grande de Israel que tiene una población de 60.000 habitantes, de los cuales solo un 30 % son cristianos. Allí nos hospedamos en un convento de monjas para luego visitar la Basílica de la Anunciación, donde según la tradición católica romana, es el lugar en el que el ángel Gabriel apareció a María; la Iglesia Franciscana de San José construida sobre una gruta, que fue identificada como la carpintería de José, y por ultimo la Sinagoga, el supuesto lugar en el que enseñaba Jesús. Hoy son todos lugares de peregrinaje.
En los últimos días visitamos a Fran y su familia, quien me hizo el contacto justo para conseguir mi nueva bicicleta. Fran vive en Nahariya, en el norte del país, a solo 40 km de la frontera con el Líbano, una ciudad que todavía guarda las secuencias de la guerra con el Líbano del 2006. Pero lo más impactante fue conocer su casa, que tiene un refugio antibombas con puertas de hierro de 20 centímetros de ancho. “Algo muy normal en las casas israelíes”, me dijo.
1 Comentario
Belga Bike
Saludos ciclopanas desde Venezuela!
Quisiera saber si es posible hacer alguna ruta en bici por los antiguos caminos de las cruzadas en tierra santa.