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México – Km 116.923
Tras mi viaje a Argentina donde realicé el documental, viajé a España para dar una charla en la XVII Jornadas: “El mundo en Bicicleta” organizada por el ayuntamiento de Burgos, que durante el mes de marzo de cada año, fomenta el uso de la bicicleta con charlas audiovisuales de viajeros de largo recorrido. Fue una experiencia totalmente nueva y aunque me preparé durante semanas, por momentos estuve nervioso, no era para menos, aquel día asistieron más de 600 personas.
Después de la charla en España, que espero aún desarrollar más y en un futuro llevar a empresas, viajé a Italia a encontrarme con Clara, la siciliana que estuvo a mi lado prácticamente entre los años 2006 y 2009. Aunque nunca perdimos contacto, hacía más de 3 años que no nos veíamos. Pero la realización del documental y su participación mediante una entrevista hizo que nos acercáramos de nuevo. Y porque ella me lo había pedido y yo tanto lo deseaba no dudé en ir a visitarla. Fue inteligente de mi parte hablar con Luis Markina, un fiel seguidor de mi viaje y pedirle que para Marzo de 2013 sea yo uno de los anfitriones en Burgos, de esa manera pude cubrir los gastos de mi viaje a Europa.
Aquella charla en España también me hizo revivir más que nunca la historia con la siciliana. Y porque a lo largo de estos años, cada vez que hablábamos, sentíamos que nuestra historia seguía palpitando, comencé a preguntarme si de verdad Clara y yo nos queríamos o si realmente éramos cobardes y egoístas…
Creí, que si lo deseábamos, debíamos hacer algo por nosotros, y por ello actuar…
Pero algo falló, finalmente mi viaje a Italia no sirvió para mucho, o quizás sí…
En Abril de 2013 regresé a EE.UU. y retomé con ésta gigante vuelta al mundo en bicicleta. Desde San Diego crucé a Tijuana donde creí comenzar con la última etapa de mi viaje: Latinoamérica.
Pero México me recibía anímicamente destrozado, el reencuentro con la Siciliana no sirvió más que para desestabilizar todos estos años de viaje, éste proyecto al que sin darme cuenta le estoy dedicando mi vida. Por primera vez en todos estos años he llegado a pensar en concluir el viaje en cuestión de meses.
Durante 4 semanas pedaleé la Baja California y luego rumbo a Guadalajara con el ánimo por el piso, ni siquiera el calor humano de los mexicanos o de los buenos amigos argentinos que hice en el camino pudieron hacerme olvidar de la encrucijada en la que me encontraba.
El clima en la Baja comenzaba a ser sofocante y todo me costaba tantísimo. Me faltaban fuerzas para pedalear y hasta ganas para levantarme en la mañana; y a la hora de comer ni siquiera hambre tenía. Como resultado bajé de peso y poco supe disfrutar de los lugares bellos. Pensaba en la siciliana y si podríamos viajar aunque sea unos meses mas juntos por Latinoamérica.
La ruta hasta la Paz se extiende a lo largo de 1700 km, al oeste de la península recorre el Océano Pacífico y al este el Mar de Cortés. En el centro hay sierras que superan los 1500 mt de altitud, valles fértiles con todo tipo de cultivos y mucho desierto que atravesar con cactus que superan los 3 metros. La distancia entre poblaciones muchas veces supera lo que uno puede recorrer diariamente en bicicleta. Debía racionar el agua y por ello cada vez que la conseguía agradecía al cielo. Pedalear la Baja no ha sido fácil.
Durante mi recorrido en la Baja casi siempre he acampado, la mayoría de las veces en soledad, en la playa, en el campo o en el mismo desierto, pero también en casa de campesinos que bien supieron recibirme. La gente de México me trató de primera.
Aquí el costo de vida es mucho más elevado que en el resto del país, la habitación más simple en un hotel puede costar como mínimo 30 usd, y un plato de comida hasta tres veces más de lo que vale en otro lugar. Por ello fue como una bendición cuando en Guerrero Negro me recibió Víctor, quién organizó una charla de mi viaje a los gerentes de la Exportadora de Sal y arregló mi estadía en el hotel de la empresa con pensión completa.
La exportadora de Sal es la Salina más grande del mundo, con una capacidad de producción por encima de 7 millones de toneladas anuales, y que tiene como socios al gobierno Mexicano con Mitsubishi.
Ensenada, Lazaro Cardenás, Mulege, Vizcaíno, Rosarito y Constitución fueron algunos de los lugares que visité en la Baja. He tenido subidas terribles, y una ruta en muy malas condiciones y peligrosa por no tener acotamiento. Un día en un parador, en el poblado Sta Rita, conocí a Ernesto, uno de los tantos camioneros que transita la Baja California, ida y vuelta una vez por semana. “Desde Tijuana tenemos menos de 48 horas para llegar a los Cabos”, me decía, “un día para descargar y cargar otra vez si es el caso y nuevamente menos de 48 horas para regresar al depósito para luego volver a salir. Es arriesgado, trabajamos bajo presión y apenas ganamos un salario que varía entre los 300 y 400 USD a la semana. Tenemos menos de un día de descanso.
Días después, tras tomar el ferry a Mazatlán, y seguir camino a Guadalajara me enteré de la terrible noticia acerca del Italiano Mauro Talini, quién había comenzado en Ushuaia, Argentina su viaje en bicicleta con destino a Alaska. En una entrevista que le hicieron por televisión contaba que su misión era enviar un mensaje a las personas que padecen diabetes: que a pesar de la enfermedad se pueden alcanzar todas las metas y lograr un mejor mañana. En aquellos días el italiano que pedaleaba el estado de Sonora, murió atropellado por un camión, que nunca paró para asistirlo y se dio a la fuga. Mis condolencias a su gente cercana…
Sacudido por la noticia, cada vez que debía tomar una ruta libre sin acotamiento, me repetía una y otra vez: “Esto es el México salvaje”. La gente aquí no tiene cultura para la bicicleta. En la ciudad de Guadalajara grupos de ciclistas llevan adelante el proyecto de la bici blanca, una iniciativa ciudadana que contabiliza y recupera la historia de los ciclistas que mueren por accidente en la vía pública a causa de los vehículos motorizados. Según me explicaba Bernardo del grupo GDL en bici, quien me acogió en la ciudad, en menos de 3 años ya se han colgado sólo en la ciudad de Guadalajara más de 100 bicicletas blancas en árboles o postes.
Ni siquiera en India, Cairo o Indonesia, los peores lugares del mundo para pedalear, me he sentido tan vulnerable.
Pero afortunadamente en México también se puede pedalear por la autopista de pago, cuando la hay. Allí hay un buen acotamiento y no hay tanto tráfico, pero las distancias entre sus salidas son muy largas, y por ello el encanto de la ruta: “sus pueblos y su gente” es casi siempre ajeno al recorrido.
Llegué a Guadalajara el día previo a la ExpoBici 2013. Días antes había llamado al organizador, Helder, quien me cedió un stand para exponer mi bicicleta y vender mi documental que desde hace meses, financia mi viaje. Mucha gente me escribe a la web preguntándome por los sponsors, como hago para conseguirlos y hasta contactos me piden o mis carpetas de presentación. A ellos les digo que no hay una fórmula, ni contactos que pueda pasar. Esos sponsors que están en mi web han hecho una única contribución en mi paso por su país y son el resultado de las mil puertas que ya he golpeado. Y aunque la mayoría de las veces he salido en la prensa mencionándolos, me animaría a decir que casi siempre las personas u empresas que me apoyaron lo hicieron más por una cuestión de solidaridad que comercial, porque se identificaron con este sueño o simplemente porque simpatizaron conmigo y quisieron ayudarme. También a mi me gustaría recurrir otra vez a algunos de ellos…
Guadalajara no es una ciudad más, existen innumerables grupos de ciclistas y más de 35.000 miembros afiliados. Posiblemente, debido a esa pasión por la bicicleta no ha sido difícil conseguir el apoyo que necesitaba. El negocio de bicicletas Vazher me ha brindado los repuestos necesarios y gente linda como Paco y José me invitaron a descansar en su motel: Ibiza. Mi más sincero agradecimiento a ellos…
Dejé Guadalajara contento por el trato que recibí de su gente, pero dolido porque aquellas ilusiones que tenía para con Clara se vinieron abajo. “Lo nuestro no va más” me dijo un día por teléfono. Yo quedé hecho pedazos, porque en el fondo siempre creí que iríamos a terminar juntos. Lo deseaba.
Y aunque me dolió mucho la entendí; porque por más que parezca que vivir viajando es maravilloso, en realidad no es tan así. Vivir la vida de esta manera es más duro de lo que parece y ella lo sabe.
Cuando uno viaja con un presupuesto justo se limita mucho y eso cansa. Cansa depender de gente que te abra la puerta, no tener tu propio lugar ni tu baño, comer arroz varias veces por semana o pedalear subidas interminables enfrentándose a la naturaleza. Si ni siquiera son tantos los lugares impresionantes que uno atraviesa.
Pero imagino que lo que más cansa es no tener a la persona que uno quiere al lado.
Guanajuato
Mi siguiente parada fue la bella Guanajuato, según mi amigo Paco, la ciudad más linda de México. Nombrada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Guanajuato es una ciudad de la época colonial rodeada por montañas. El centro histórico tiene cientos de callejones empedrados que suben y bajan por la ladera. Las arboladas plazas están llenas de cafés al aire libre, museos, teatros, mercados y monumentos históricos. Pero lo que la hace única es una red de túneles subterráneos que corren por debajo de la ciudad y que permite el flujo de vehículos. Estos túneles a veces alcanzan varios kilómetros.
Otra de las principales atracciones en Guanajuato es el Museo de las Momias que cuenta con el mayor número de momias naturales en el mundo. Según me explicaron, la clave está en las criptas arcillosas y en la combinación de la temperatura y humedad del lugar, lo cual evita que las larvas y demás insectos que intervienen en el proceso de putrefacción afecten el cuerpo. Este tipo de fenómeno, hace que este museo sea único en el mundo, lo que atrae a cientos de miles de turistas por año.
Camino a la ciudad de México la ruta siguió en subida y el clima no perdonó. Había ya comenzado la época de lluvia. Durante el verano las tormentas son casi constantes y las calles se inundan en cuestión de minutos. Acampar ya no era una buena opción.
Desde entonces, casi rigurosamente comencé a contactar gente por internet para que me reciba en cada una de mis paradas, y cuando no lo conseguía, me dirigía a los bomberos que nunca me negaron un lugar donde dormir o a los hostels. Durante aquellos días los mexicanos comenzaron a mostrarme de verdad que tan hospitalarios son. Pero ellos no fueron los únicos, también Fabio Alicante, un argentino expatriado me recibió a lo grande en Tepeji del Río. Gran asado con amigos de por medio. Tanto Fabio, como su amigo Manolo y la empresa Pyme de México, SA de CV contribuyeron para que yo pueda seguir adelante. Mis más sincero agradecimiento a ellos.
Ciudad de México
Llegué a la ciudad de México bajo agua y casi siempre, bajo agua, me la he pasado. Fueron dos semanas en las que me cansé de ver tanta lluvia. No era el mejor momento para dirigirme al Caribe ni tampoco a Centroamérica. El pronóstico advertía para la temporada 2013 la formación de dieciocho ciclones por la cuenca del Atlántico, entre los que habría nueve tormentas tropicales, cuatro huracanes intensos y cinco moderados. Era obvio que debía pensar en una alternativa.
Afortunadamente en la ciudad de México me recibió Víctor, un viajero, fanático de las motos que sigue mi viaje hace tiempo por internet. Víctor trabaja en la administración de un edificio donde alquilan departamentos amueblados. Y como buen mexicano queriéndome ayudar habló con el propietario del lugar y me ofreció un departamento para que descanse en soledad y sin costo alguno durante las dos semanas de mi estadía. Un fenómeno!!!
Durante aquellos días he paseado bastante por la ciudad y visité las pirámides de Teotihuacán situadas a unos cuantos kilómetros de la misma. Pero en la capital Azteca no hay mayor aventura u odisea que la de viajar en metro. Ni siquiera en Londres, Hong Kong o Beijing, los metros más concurridos del mundo, son tan valientes.
El día que visité las pirámides de Teotihuacán me subí al metro con destino a Indios Verdes a las 7 am. Tuve que hacer un par de combinaciones y por ello para volver a subir tuve que empujar como si fuese un pilar de un equipo de Rugby. Como me dirigía a las afueras de la ciudad el metro en el que viajaba comenzó a vaciarse llegando a destino, pero los andenes opuestos me mostraban una realidad aterradora: masas de gente a la espera como nunca he visto antes, metros vacíos partiendo de diferentes estaciones, llenándose en cada una de ellas y a cada minuto. Pero lo más conmovedor fue llegar a Indios Verdes: a mi salida me encontré con miles de personas contendidos por la seguridad del lugar a la espera de poder entrar al andén para por fin tomar el metro para ir a trabajar.
Días después acompañé a mi amigo Tenoch a entregar uno de sus pedidos a los suburbios de la ciudad. Tenoch que estudió periodismo por pasión es un vendedor de tacos, -los tradicionales “sándwiches méxicanos”-, por herencia y necesidad, y respecto al metro me dijo: “La ciudad de México es un caos, tiene una población de casi 9 millones de hab., pero en el horario de trabajo, diariamente llegan de la periferia 12 millones de trabajadores. El metro de la ciudad de México está considerado como uno de los más eficientes y seguros en el mundo, no solo por los 5 millones de pasajeros diarios que transporta, sino porque es uno de los más largos en extensión: son más de 200 kilómetros y el más barato del mundo: 0.25 USD el boleto”.
En los últimos días de mi estadía en la ciudad de México me encontré con un viejo amigo, el Biciclown. Que lindo es encontrarse con amigos de la ruta!
Finalmente entendí que soy un hombre totalmente libre y que aquel amor ya no existe. Por ello me compré un pasaje aéreo a Toronto y así también decidí escaparme de la época de lluvia. De esta manera conocería lo que me quedó pendiente: la costa este de Norteamérica.
Pero antes de irme de México elegí visitar una chamana.
Visitando una Chamana Maya
Durante mi recorrido por México no estuve bien. He estado con muchos dolores estomacales y abdominales, y nervioso. Por esta razón he visitado algunos médicos. El último: un gastroenterólogo que me dio una combinación de 3 medicamentos con la finalidad de desparasitarme pero también para tranquilizarme.
Cuando llegué al Distrito Federal había terminado de tomar todos los medicamentos y aún no me sentía bien, por ello cuando me hablaron de visitar una reconocida y vieja chamana maya no lo dudé.
Según las creencias mexicanas, los chamanes son personas de conocimiento que poseen la facultad de curar, de comunicarse con los espíritus y de presentar habilidades visionarias y adivinatorias. Pero también trabajan especialmente con la finalidad de armonizar el cuerpo y la mente de las personas. Su don es recibido por herencia, de generación en generación. Son elegidos por sus familias y posteriormente por los espíritus, y deben someterse a un riguroso entrenamiento.
Tres días antes de viajar a Canadá me tomé un autobús hacía Puebla, y luego viajé a un pequeño poblado en la periferia de esta ciudad. Aquel día era un día especial, porque se realizaría una cura de limpieza profunda, algo que realizan una o dos veces al año.
A mi llegada había varias personas que forman parte del equipo que trabaja semanalmente con la chamana y que también recibirían la cura de limpieza profunda. Para algunos de ellos era la primera vez que participaban de tal ceremonia. “Eres un afortunado por estar aquí, no cualquiera puede asistir a esta ceremonia”, me dijo uno de los asistentes. Con el atardecer prendieron un fuego, me dieron la bienvenida y durante un largo rato hicimos oraciones y pedidos a sus Dioses, mientras fumábamos habanos. Según me explicaron el humo sirve para conectarse con las deidades. Aquella noche me dieron 3 habanos y me los tuve que fumar enteros, uno detrás del otro. Yo nunca había fumado un habano.
Luego me dieron una cuerda para que le haga un nudo por cada mal que creía haber provocado o por cada una de las personas a las que creía haber herido. Al terminar hice un bollo y apretando bien la cuerda pedí a los Dioses Mayas que me liberen de todos esos obstáculos y que de ellos me limpien para siempre. Al día siguiente la chamana me dijo al respecto: “el acto de atar un nudo transforma en una forma física una idea o pensamiento abstracto. Pero mientras se hacen hay que tener en mente el porqué se están haciendo y lo que uno procura. La cuerda sirve como receptor de la energía de esos pensamientos y quemarla sirve para destruirlos. En un nivel ceremonial la magia de los nudos puede ser usada para hacer la vida más fácil pero también para hacer el mal”.
Aquella noche, todos los integrantes posamos semi-desnudos en una ronda frente al fuego. De repente, la chamana vino detrás de mí y primero que a ninguno comenzó a escupirme con un líquido: por atrás, por adelante y por los costados. No sabría decir que fue aquello, luego comenzó a pasarme una antorcha alrededor de todo mi cuerpo y lo mismo hizo parar cada uno de los presentes. Enseguida tomamos un pedazo de carne de cerdo cruda y nos la tuvimos que refregar por el cuerpo, como si estuviésemos bañándonos: en la cabeza, en la cara, en las axilas, en la entrepierna y hasta en la planta de los pies; mientras ella continuaba escupiéndonos y gritándonos que nos limpiásemos bien. Luego repetimos toda la operación pero con un pedazo de carne de vaca, también cruda y al terminar nos fuimos a lavar. Sentí asco.
Según me explicaron luego, la limpieza de la carne sirve para jalar todos los gusanos que tiene el cuerpo.
Por último, tomamos las piedras que calentamos en el fuego durante horas y que ya estaban al rojo vivo y con unas palas las llevamos a una pequeña casilla denominada Temazcal. Gateando, ingresamos las 15 personas y nos sentamos uno al lado del otro, bien apretados. Allí adentro hacía más calor que en un sauna y se ponía como un verdadero infierno cada vez que la chamana vertía la infusión de plantas sobre las piedras. El vapor penetraba hasta en los huesos. La gente gritaba e imploraba, yo también. “Mamacita” exclamaban algunos, mientras la chamana abanicaba con movimientos suaves un ramo de plantas queriendo armonizar el ambiente.
Según me explicaron el Temazcal es un baño de vapor que tiene su origen entre las culturas de Mesoamérica y sirve para la limpieza y la cura de la mente, del cuerpo y del espíritu. El Temazcal activa el sistema inmunológico, depura las vías respiratorias y el aparato digestivo eliminando toxinas al máximo, tonifica el sistema nervioso y mejora tanto la circulación sanguínea como los problemas óseos y musculares, entre otras cosas.
Al salir del Temazcal tenía tajos en los dedos de las manos y en las orejas. La piel roja pero suave, como la de un bebé. Estaba totalmente sedado y no tenía la más mínima molestia en el estómago. No podría asegurar cuanto tiempo estuvimos adentro, según la chamana casi una hora, aunque para mi fueron como 20 o 30 minutos. “Cuando uno se comunica con los Dioses, pierde noción del tiempo” me dijo ella al día siguiente. “Cuando se entra al Temazcal se regresa al vientre materno de nuestra madre tierra, la entrada es pequeña, obscura, caliente y húmeda recreando al útero materno, cortando temporalmente el mundo externo para darnos la oportunidad de vernos internamente y sentir lo que verdaderamente somos para reencontrarnos otra vez. Al salir es como si volviéramos a nacer y reencontrar el mismo mundo pero con una visión más clara”.
Al salir del Temazcal me duché con agua fría y me vestí, luego miré la hora, era medianoche. Me costaba creer que habían pasado casi 6 horas. Aquella noche dormí en el consultorio de la chamana, profundamente; como pocas veces y en la mañana recibí algunas indicaciones referente a la alimentación.
Dos días después volé a Toronto, Canadá, con el fin de pedalear la costa este de Norteamérica hasta Miami, y visitar Montreal, New York y Washington, entre otras ciudades. Luego en la época seca llegará lo que tanto he esperado: el Yucatán, La mayoría de las islas del Caribe y Centroamérica.
Yo no se si fue el Temazcal, el haber quemado aquella cuerda con los nudos o propio algún amor mexicano que se me presentó en el camino, pero dejé México totalmente innovado con una carga de energía que espero que me acompañe por el resto del viaje. Porque atrás ya quedó otro capítulo de mi viaje…
Quien sabe lo que me espera…
Y viva México!!![:en]