Atravesando las Rocallosas

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Atravesando las Rocallosas – Km 111.164

Viniendo desde Canadá, re-ingresé a Estados Unidos por Babb, en el estado de Montana. Quise ser simpático con sus oficiales de migración, que me vieron llegar sudado y pedaleando tras una subida de varios km. Tras hacer un comentario les pregunté si el camino seguía en subida, y enseguida me contestaron “primero vamos a ver si entras al país”

La primera vez que entré a EE.UU. fue por Hawai, con mi visa de turista que había adquirido en Australia. Allí, en Honolulu me dieron un permiso de estadía por 6 meses.
Pero en mi segunda entrada al país, los oficiales de Babb no querían renovarme ese permiso, porque aún me restaba un mes y medio de estadía. “Llevo más de dos meses pedaleando Canadá” les dije con mi cara transformada. Pero a la oficial no le importó, y me ordenó a cruzar, entregándome el pasaporte. Era una señora mayor y obesa, llena de autoridad y con poca paciencia, porque ni siquiera buscó en mi pasaporte el sello de entrada a Canadá. Es que los norteamericanos son más prácticos, ellos no sellan la salida del país.

Aquel día sentí antipatía por mi pasaporte, por estar lleno de sellos. Es el quinto que tengo ya.

Pero yo insistí y le apunté al otro oficial, un tipo más joven, que no se metía en la conversación, y que apenas miraba las banderas gastadas de mi bicicleta. “Llevo 11 años pedaleando por el mundo y voy para Argentina”, le dije mirándolo fijo, como suplicándole. “Un mes y medio no es suficiente para cruzar EE.UU. pedaleando”. “Tienes pruebas que has estado en Canadá dos meses y que llevas todo este tiempo viajando” me preguntó desconfiado. Los oficiales no eran mala gente, hacían su trabajo, aunque me dio la sensación de que la mujer era algo perezosa. El oficial me pidió el pasaporte y me invitó a pasar a su oficina, donde entré con todo mi arsenal de periódicos y las pruebas suficientes para comprobar de lo que estaba hablando. Pero allí adentro también debí responder como me financiaba y mostrar el dinero que llevaba, y aunque éste no era mucho, le mostré mi libro en inglés y le conté de los sponsors que suelo conseguir ocasionalmente. Me tomó un rato conseguir otros 6 meses de estadía, pero al final el oficial me dijo: “Bienvenido a EE.UU. y que tengas suerte”.

En búsqueda de escenarios majestuosos elegí pedalear por las montañas rocallosas que se extienden paralelo a la costa occidental de Norteamérica. El primer lugar que visité fue el parque Nacional de los Glaciares, donde antiguamente había más de 100 glaciares. Debido al cambio climático, en la actualidad restan 25, y según ecologistas, muchos de estos podrían haber desaparecido para finales de la década.

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En mi camino por el estado de Montana atravesé inmensas nubes de humo, la mayoría de las veces los incendios se extendían por distancias inmensas. En Montana visité las ciudades de Missoula y Helena, donde al fin dormí en un colchón tras más de 30 días sin hacerlo. Que bien que me hizo… y cuanto placer que me dio acostarme aquel día…

03-CharlesyfliaDías después llegué a Bozeman, donde me recibió Charles, que por primera vez junto a su familia abrían la puerta de su casa a un extraño. Yo llegaba a la ciudad con la necesidad de vender mis libros en el mercado del fin de semana, pero el correo no llegó a tiempo y presionado por el clima, tuve que irme al par de días.
Pero Charles no fue un anfitrión común, no sólo que me hizo sentir como uno más entre su familia y amigos, sino que a mi partida, se encargó de recibir mi encomienda de 40 libros y venderlos a sus conocidos para luego enviarme el dinero.

Corría el mes de Septiembre de 2012, la ruta hacia Wyoming era una continua subida, los colores de la vegetación fueron pasando del amarillo al verde oscuro. Allá arriba, el aire es más puro y la temperatura baja unos cuantos grados.

El Yellowstone fue el primer parque nacional de Estados Unidos que hasta el día de hoy alberga una gran variedad de animales salvajes como osos, lobos, coyotes, bisontes y alces. También preserva el Old Faithful y la colección de géiseres y fuentes termales más asombrosa del mundo.

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Al dejar el parque, acampé al margen de un río, en un lugar alejado de la población. Aquel día estaba exhausto y furioso, porque había pinchado 4 veces, se me habían acabado los parches y tenía mi inflador con problemas. Solo pude seguir pedaleando gracias a un turista que me regaló dos cámaras de aire.
Con la última luz del día comencé a cocinar próximo a la tienda, y cené allí mismo. Debí haberme alejado y luego haber colgado la comida y todo lo que tiene olor a un árbol; pero después de un día duro no restan fuerzas para hacer semejante operativo, si ni siquiera había árboles cerca.

Cuando estoy por acostarme se me acercó un oso. El animal que olfateaba desesperadamente se detuvo a tres metros de mí, justo detrás de una planta, al lado de mi tienda. Por unos segundos me quedé congelado, sin ganas siquiera de respirar. Estaba totalmente a oscuras porque mi linterna estaba sin pila y aunque estaba asustado, me armé de valor y sin moverme demasiado agarré el gas pimienta para osos y la campanita para ahuyentarlos, que ya en Alaska me había salvado de otro oso. Según me informaron cada año mueren dos o tres personas por ataques de osos. Por ello, durante 15 minutos hice sonar la bendita campanita. Nunca imaginé que su sonar fuese tan poderoso.

El maravilloso Utah

Siguiendo hacia el sur, pasé por el parque nacional Grand Teton, luego visité Jackson y atravesando el estado de Idaho, llegué al maravilloso estado de Utah, que sirvió de escenario a muchas de las películas más populares de los EE.UU. como Indiana Jones, Thelma y Louise, Volver al Futuro o Forrest Gump.

Cañones solemnes, delicados arcos o simplemente rocas de sorprendentes formas y colores, proporcionan durante cientos de kilómetros el arquetipo del oeste americano. Todos los parques nacionales tienen un particular encanto: Zion, Bryce Canyon, Capitol Reef, Arches y Canyonlands. Utah ha sido de los lugares más lindos que he pedaleado con vastas extensiones, zonas prácticamente deshabitadas, y a veces a casi 3000 mt de altitud.

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En mi recorrido por Utah, me han recibido varias familias, en su mayoría del Movimiento de los Santos de los Últimos Días, conocidos popularmente como mormones. Para las distintas Iglesias del movimiento mormón, su fundador, Joseph Smith (1805 – 1844) es considerado un profeta escogido por Dios para restaurar la Iglesia Primitiva de Jesucristo; ya que, según sus creencias, la iglesia cristiana original se había disuelto tras la muerte de los 12 apóstoles, y por ello creen que las denominaciones cristianas subsiguientes están corrompidas por la filosofía pagana. “Las creencias sociales del credo fundado por Smith tienden a ser conservadoras. Smith estableció una religión muy centrada en la familia cristiana tradicional”, me decía Julie orgullosa.

Disfruté sentarme a la mesa a conversar con ellos, los jóvenes son casi todos graduados en la universidad y muchos tienen dominio del español o portugués, porque han viajado a países de Latinoamérica para convertirse en misioneros. “Un misionero es un cristiano que viaja con el fin de ayudar al prójimo y evangelizar a la gente de otros sitios”, me decía Lynn. Sentí profunda admiración por ellos, eran familias unidas, de mucha fe y con un gran corazón…

El día de mi cumpleaños Julie y Louis me organizaron una fiesta sorpresa con amigos y familiares.

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Durante mi estadía en Salt Lake city me detuve en diferentes mercados para vender mi libro, y allí conocí a Merry, una clínica herborista, profesora y desarrolladora de Thrive Tonic, que al conocer mi proyecto, decidió patrocinarme con su producto que tiene más de 15 años. Thrive Tonic es una mezcla líquida de hierbas medicinales para reducir el estrés y mejorar la vitalidad y la digestión entre otras cosas… Desde ese día y por varias semanas Merry se encargó de contactar medios de prensa en ciudades que atravesaba con el fin de divulgar mi empresa y la suya.

Tierra adentro

Aún queriendo visitar más lugares majestuosos me dirigí a Arizona que esconde, quizás uno de los lugares más espectaculares: la “ola del desierto”, una formación rocosa tallada magistralmente por el viento. Pero para llegar allí se necesita uno de los 20 permisos diarios que entrega el Departamento de gestión de territorios (Bureau of Land Management). La mitad de estos permisos se pueden solicitar por Internet, pero se necesita hacerlo con varios meses de anticipo. Los otros 10 permisos se dan por sorteo el día previo a la posible visita, en la oficina de turismo de Kanab, a 60 km del lugar. Y vaya que suerte he tenido, porque en mi paso por Kanab me presenté a un sorteo y conseguí segundo de los 10 permisos entre los 120 interesados.

Esa misma tarde pedaleé hacia la ola. Los últimos 10 km transitan por una ruta de tierra y arena en muy mal estado. Con la última luz del día, llegué al parador, un lugar totalmente desolado, cociné y acampé. Con el amanecer, dejé la bici con todo mi equipaje cubierta con un nylon y atada a un palo; y tras rezar para que no me roben nada, caminé los 6 km guiándome con un mapa que me habían dado en la oficina de turismo de Kanab. El camino de ida fue bellísimo y llegar a la ola aún más.

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El lugar es una mezcla de colores con forma de toboganes bien escondido entre montañas. La luz era perfecta y no hacía calor. Fui uno de los primeros en llegar, hubiese sido imposible llegar sin aquel mapa, que bien marca el camino de ida, pero no el de regreso. Preocupado un poco por la bicicleta fui también uno de los primeros en regresar, confiado. Pero acabé perdiéndome. Se me acabó el agua y no tenía comida, ni ropa extra para pasar la noche en aquel lugar. Y me asusté, porque fueron más de 5 horas deambulando en aquel desierto.

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Mi siguiente parada fue el Monumet Valley, donde parar en un camping cuesta 30 usd, por ello me acerqué a la gente nativa del lugar y les pedí permiso para acampar en sus tierras. En esta zona la mayoría de los campos están cercados y no había donde hacer camping libre.

11-guyBastó con acercarme a Guy para darme cuenta que aquí la gente es mucho más humana. Contentos se pusieron en recibirme, enseguida me ofrecieron un refugio para pasar la noche, ya que la temperatura suele caer por debajo de 0 grados. Me encendieron un fuego y me ofrecieron comida. Luego me invitaron a conocer su casa y los otros miembros de su familia. Me dio placer contestar todas sus inquietudes, y hasta algo de dinero me dieron al saber de mi viaje. En cambio recuerdo cuando en Nueva Zelanda o en el oeste de Canadá al acercarme a casas en el medio de la nada, la gente optó por esconderse. Miedo quizás? Posiblemente, aunque solo basta con mirar mi bicicleta llena de equipaje y banderas para que la gente entienda de que va el asunto.

El estado de Arizona es tierra de los Indios Navajos, la nación indígena más numerosa estadounidense y la más extensa de cualquier grupo nativo norteamericano: 70.000 kilómetros cuadrados. Según Guy, en la actualidad la nación Navajo está involucrada en agrupaciones económicas que incluyen el cultivo, la minería, la producción y venta de alfombras tejidas, alfarería y joyería típica, muy diferente si recuerdo a los indígenas de África. Aquí en EE.UU. la mayoría de los indios que viven en el interior tienen una o más camionetas último modelo. Pero cuando llegué a Kayenta, la ciudad más poblada de la nación Navajo el panorama cambió. Me pareció llegar a un pueblo perdido en el este de Europa o al lugar más remoto de Latinoamérica. Fui demasiado iluso cuando con la última luz me paré a preguntar por un camping, luego atravesé la ciudad y me acerqué a una de las casas en la periferia, donde tras pedir permiso, pude acampar entre perros que ladraron toda la noche. El dueño de casa me dijo que debía tener cuidado porque en Kayenta la pobreza, la violencia, el alcohol y las drogas son el principal problema.

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Recorrer el Monument Valley y ser testigo de un atardecer y amanecer fue una de las experiencias más lindas que viví en Norteamérica, el lugar es de una belleza única, solemne y seguramente de una energía extra para quien llega de bicicleta. Al atravesar este lugar cumplía 115.000 km de ruta.

13-rutaViajar en bicicleta, muchas veces implica viajar en condiciones angustiosas, así me gusta llamarlas, como cuando uno pedalea empapado de traspiración con un maldito frío, viento en contra o peor aún, con una constante lluvia. Con calor, con sed o con mucho hambre, o hasta con dolores musculares por la última subida del día, despiadada. Lo absurdo es que llegar en condiciones angustiosas a un lugar majestuoso te permite gozar de una manera única. Solo quien lo experimenta es consciente de ello, porque de repente aquel esfuerzo físico y sufrimiento se transforman en satisfacción y en una carga de energía, que hasta el alma te agradece.

En ruta otra vez, me detuve en un negocio para comer algo, allí se me acercó un indígena preguntándome por las banderas de mi bicicleta, especialmente por la de Vietnam. Minutos después el tipo que vestía ropa vieja y agujerada compró y me entregó una bolsa de comida. Había galletas, frutas secas y un par de jugos. Era un veterano de guerra y al presentarse solo me dijo: “no había una razón para que estuviéramos allí, fue todo una mentira. Hemos creado una terrible tragedia para el pueblo vietnamita, fue un trágico error. Lo más triste es que no hemos aprendido nada”. Sus manos arrugadas y rostro machacado era la muestra de haber tenido una vida difícil. Según me explicó el dueño del negocio, su comentario no se refería solo a la invasión de Irak y Afganistán sino también al gran número de veteranos de guerra que en la actualidad enfrentan situaciones críticas de desempleo, falta de viviendas y cuidados de salud.

En mi recorrido por Norteamérica, no pude dejar de visitar el Grand Canyon, considerado una de las maravillas naturales del mundo. De dimensiones gigantescas, cuenta con una altitud de hasta 2400 mt. y más de 350 km de longitud. Surcarlo con la bici durante más de 100 km, me permitió ver la magnitud y belleza del lugar. Una vez más soy testigo como la naturaleza se manifiesta en todo su esplendor. El Grand Canyon recibe más de 4 millones de turistas al año.

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Mi última parada fue en las Vegas donde me recibió Nacho, un barman argentino que lleva varios años trabajando en uno de los casinos más importantes de la ciudad. “Es la capital del entretenimiento mundial, debido a la popularidad del juego y apuestas legales, la disponibilidad de bebidas alcohólicas a cualquier hora del día y la legalidad de la prostitución en los condados vecinos. Las Vegas es conocida como la ciudad del pecado. Todo lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas”, me decía Nacho mientras me paseaba a lo grande por la ciudad, de día y de noche.

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Desde allí volé a Argentina, donde estuve tres meses trabajando junto al grupo “Mascaró Cine” en la realización del documental: “Pedaleando el Globo”. Trabajaron 15 profesionales, entre ellos editores de video, guionista, músicos, sonidista, animación, locución, traducción, y diseñador de imagen.

Un trabajo que muestra la pasión de descubrir el mundo en bicicleta: “Pedaleando el Globo”, el documental. Merece la pena verlo.[:en]

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