Camino a Roma
Desembarqué en Ancona desde Croacia. El viaje duró una noche y por ser mi ticket el más barato dormí en el piso de uno de los tantos salones del barco; pero éste era alfombrado y a decir verdad con mi bolsa de dormir me sentí como si hubiese dormido en un hotel. Calentito y tranquilo, algo que no siempre consigo en mi tienda de campaña.
A las 07.00 a.m. inicié el pedaleado camino a Roma y entre pequeños pueblos crucé otra vez los apeninos, pero esta vez fue un subi y baja constante. Y allí entre las montañas y con mi bicicleta me sentí insignificante, otra vez era la madre naturaleza que se imponía en todo su esplendor, y que duro fue lidiar con ella.
En el final de la tarde, tras 142 km y 8.15 hs de pedaleada llegué a Folingo y durante dos horas me planté en la peatonal para realizar mis ventas, y tras juntar algo de dinero lo celebré con una pizza 4 quesos y con una cama en el albergue de la juventud, eran las 22 hs y estaba muerto.
Al otro día encaré la ruta como nuevo y tuve más montañas a subir, pero el clima estaba perfecto y los paisajes y las bajadas me hacían olvidar de todo. Así realicé otros 129 km en casi 8 horas y tras una compra en un mercado me dirigí a las afueras para acampar. Y fue difícil encontrar donde hacerlo porque ya era de noche. Al final me tiré sobre un campo de girasol que ya habían cosechado pero en realidad no fue muy cómodo, había restos de tallos por todos lados e hizo frío.
Pero en la mañana del sábado, me desperté a 30 km de Roma; y finalmente al entrar pedaleando me emocioné; ya habían pasado más de 4 años desde mi partida en Sudáfrica y ésta vez era la cuna de uno de los imperios más grandes que me recibía.
Roma, km 47.800
A la entrada de la ciudad conocí a Paolo y lo que imaginaba que iba a ser complicado fue fácil. Tras un breve giro turístico llegamos a la oficina de turismo, donde conseguí una lista de bed and breakfast. Y tras algunas llamadas me hospedé en uno de ellos, pero lo difícil fue cargar mi bici con sus 70 kg hasta el 4 piso y por la escalera. Y a propósito nunca vi el breakfast, pero me dio igual, era la opción mas barata.
A los dos días me conecté con Alfredo, un compatriota que me introdujo en una especie de comunidad argentina. Y que lindo fue sentirse como en casa. Alfredo es músico desde hace más de 20 años y toca rock latino con su banda: “Yahmila”. Leandro vecino de Alfredo, acaba de ponerse su propia veterinaria y fue quien me recibió en su casa la mayoría de los días. Todavía recuerdo aquellas buenas comidas que solíamos preparar y sus relatos de Siria, la India u Honduras, donde trabajó como veterinario para diferentes organizaciones internacionales. Y también conocí a Beto, el más futbolero y quizás ahora el más tranquilo, padre de dos hijos y comerciante, tiene un negocio de todo lo que está de moda a mts del Panteón.
Los tres dirigen una organización sin fines de lucro, que se destina a cooperar con comunidades emergentes en la argentina; una de sus últimas donaciones fue una camioneta a una comunidad Mapuche en Neuquén.
Pero me sorprendí al escuchar los relatos de Alfredo de la primera donación: “En el 2002 mandamos un container de ropa a la argentina y tuvimos que pagar casi 500 euros para poder ingresarla al país; de no haberlo hecho el gobierno se hubiese apropiado del container y vaya a saber como se hubiese distribuido”. “Seguramente para comprar votos” decía Beto. Los relatos de los chicos, me hicieron recordar lo difícil que son las cosas en argentina, inclusive cuando uno trata de ayudar. Ojalá exista más gente como ellos.
Para juntar fondos, los chicos junto a más de 10 argentinos y algunos italianos organizan mensualmente “Fiestas Argentinas” en un barco que reposa en el Tevere.
Y que lindo gesto, en el cumpleaños de Alfredo también se organizaron con una comida para que yo me lleve su donación. Los chicos se portaron de 10. Y nunca faltó motivo por el cual brindar. A decir verdad Roma me trató como mi casa.
También conseguí de otro argentino el apoyo para seguir adelante, esta vez mi nuevo sponsor fue “Baires”, un Restaurante Argentino. José enseguida interpretó el viaje que vengo realizando y sin dudarlo me dio el OK para contar con su ayuda.
Durante mi estadía en la ciudad realicé mis ventas en Trastevere y además realicé un par de proyecciones de mi viaje por el África, una en un círculo ciclista y la otra en la Casa Argentina, situada en el consulado. Fue el embajador quién autorizo la proyección. Pero todavía recuerdo el saludo de quien me recibió el primer día en la Casa Argentina: “Plata no tenemos!” fue lo primero que me dijo, pero por suerte enseguida llegó Darío.
Finalmente mis dos semanas en Roma bastaron para conocer un poco a la que fue la capital del antiguo imperio que se expandió más allá de Europa occidental. Su legado todavía es visible, a veces en forma de un edificio entero o en la de una única columna de un templo. Como el Foro Romano y los Mercados de Trajano que datan de casi 2000 años atrás, al igual que el Panteón, el templo romano de todos los dioses o el propio Coliseo donde se celebraban peleas mortales de gladiadores y luchas de animales salvajes.
También visité la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, la Piazza de Spagna y la Fontana de Trevi, una de las tantas fuentes majestuosas que tiene Roma.
Y recorriendo la ciudad, entre tanto monumento y tanta historia, me preguntó: donde va toda esa agua que vuelcan de las fuentes?