Camino hacia el sur

Km 68.250

La pedaleada hacia el sur del país se tornó más difícil que el recorrido hacia la capital, las montañas llegan hasta los 4000 mts, y por ello durante varios días me encontré con mucho frío y nieve.

Pero lo más difícil fueron las situaciones del día a día. En varias ocasiones mientras pedaleaba era abordado por autos o motos, que por curiosear se acercaban hasta casi tocarme y en muchos casos, debido a la dificultad para entendernos, molestaban. A veces no terminaba de irse uno, que ya había otro detrás, esperando para abordarme. También la policía en repetidas ocasiones me detuvo en la ruta para un control de pasaporte; hubo una vez que me llevaron a la jefatura donde me demoraron dos horas, y donde principalmente debí contestar preguntas personales para satisfacer sus curiosidades. Por ello se me ocurrió quitar de mi bolso unos restos de pollo, y  comérmelos en la oficina del jefe, y eso bastó porque enseguida me dejaron ir.

La gente en el interior del país no tiene contacto con turistas, y menos con viajeros de bicicleta, por ello lo que debía ser un placer muchas veces se tornaba en un mal momento. Durante mi recorrido por Irán, casi siempre a la hora de dormir, debí acercarme a una casa y pedir alojamiento. Su gente siempre está dispuesta ayudar. Al inicio las personas son curiosas y mediante señas y con algunas fotos y mapas consigo contarles acerca de mi viaje. Y nos entendemos, a ellos les gusta saber de mí y con algunos, incluso nos reímos.

04 - En el interior
06 - En el interior

Pero en el invierno iraní se hace de noche muy temprano, por ello a las 18 o 19 hs no tengo nada más que contar. La comunicación con algunas personas es casi imposible, y lo peor que la cena se sirve tarde porque tienen un invitado. Muchas veces preferiría cocinar e irme a dormir temprano, pero no me lo permiten. La gente no sabe que tan cansado puedo estar tras haber pedaleado 100 o 120 km, y que necesito descansar. Y así la noche se hace larga, y no es raro que al par de horas comiencen a llegar amigos, familiares y otros curiosos, porque la noticia: “En casa hay un gringo” siempre se corre. La gente me observa como si fuese un marciano y casi siempre debo mostrar y explicar por segunda o tercera vez.

Durante mi recorrido por Irán dormí en varias casas, pero sólo me sentí cómodo cuando encontré quien hablaba al menos un poco de inglés. Aunque nunca falta el gracioso que por no entendernos me toma el pelo y hace reír a los demás. Como chicos.

Camino hacia el sur, visité Qom. Qom es considerada una ciudad santa en el Islam Shiíta, ya que allí se ubica el sepulcro de Fátima, hermana del Imán Ali Ibn Musa Rida (798-816 d.C.). Ali Ibn Musa Rida fue el séptimo descendiente del profeta Mohamed, y el octavo de los 12 Imams. La ciudad es el centro mundial de los estudios islámicos shiítas, y es un destino importante de peregrinación. En la mañana me levanté temprano y fui a la mezquita, una de las más grandes y famosas en el país. Intenté ingresar desde varias de sus entradas pero no me dejaron; entonces decidí mostrarle al de seguridad el periódico nacional donde me habían hecho una nota y por ello éste levantó el teléfono y consultó. Y fue una buena idea porque enseguida le dieron el ok; aunque sólo para visitar su gran patio y custodiado.

Luego mi camino siguió hacia la espléndida Isfahán, la tercera ciudad más grande del país, que cuenta con bonitos puentes, bulevares, palacios y más mezquitas. La Plaza de Naghsh-i Jahan fue nombrada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y es una obra excelente de la arquitectura islámica e iraní. También esta considerada como una de las mayores plazas del mundo. Me resultó impresionante.

05 - Isfahan
03 - En ruta

En ruta otra vez seguí camino hacia el sur, demoré 4 días para atravesar la cadena montañosa que supera los 4000 mts de altitud. Pese a que usaba guantes, tenía tajos en las manos causados por la baja temperatura y los labios muy lastimados. Y cuanta nieve, que frío que pasé.

La siguiente ciudad fue Izeh, pero como llegué temprano preferí seguir pedaleando, aunque después me arrepentí. Aquella tarde no llegué al pueblo donde esperaba y por ello, ya en la oscuridad me detuve para pedir alojamiento en una casa donde avisté un fuego encendido. Pero en la entrada había una barrera entonces me detuve y preferí gritar y hacer luces con mi linterna desde afuera. Pasaron varios minutos y se acercaron dos muchachos armados que resultaron ser soldados, ya que me encontraba en una zona militar. “¡Diablos!” pensé, “estaban con armas”. Entonces debí explicarles mediante señas que buscaba un lugar para dormir. “Aquí no se puede”, me dijo uno, y entonces quise irme. Pero uno de los soldados que tenía una ametralladora se empecinó conmigo y no me dejó ir, agarrándome la bicicleta. Luego comenzó a hacer llamadas por teléfono, pero nadie le contestaba. Entonces insistí en irme, por lo que forcé con el soldado para que suelte mi bicicleta. Sentí impotencia. El otro soldado era como si no estuviese. Durante 10 o 15 minutos traté de ser simpático, de adivinar todas sus preguntas y responder; pero no nos entendíamos. El soldado armado tenía mi linterna, y excitado me ponía la luz en la cara y en mi bicicleta. Una vez más me encontraba en Irán en una situación donde el poder y la ignorancia me hostigaban.

Finalmente conseguí irme, aunque esto no terminó allí. Como a 5 km más adelante mientras pedaleaba en una total oscuridad se me cruza un auto y me ordena parar. Es el mismo soldado que al bajarse del auto ordena al chofer a retirarse. Pensé lo peor. Con mucha determinación me agarra la bicicleta y me ordena regresar. Yo no entendía nada, ¿regresar para un control? O quizás porque le habían autorizado a que me quede a dormir allí. Pero a mi ya no me interesaba y seguimos tironeando de la bicicleta. Discutir con el soldado era estúpido, y más evadir un control. Estaba todo oscuro y no conseguía ver si el soldado estaba armado. Tuve miedo, mucho miedo, pensé hasta que podía pegarme un tiro. Pero yo me quería ir, y me puse firme y le grité. Y por fin el soldado me soltó y me dejó ir.

Que iluminado que fui cuando decidimos con Clara no venir jutnos a este país. Irán no es un país fácil, menos viajando en bicicleta y con una chica. Según me explicaron, de acuerdo a la reglamentación de estos hoteles económicos donde me hospedo; el pasaporte debe quedar en la recepción para el control nocturno de la policía. Durante mi recorrido supe de una pareja de turistas que mientras dormía fueron irrumpidos a mitad de la noche por la policía; la razón me explicaba un amigo, “por no estar casados y dormir juntos”.

Mi viaje continuó hacia Ahwaz, hacia el sur del país, y finalmente tras otros 1000 km llegué al puerto de Abadán, donde me embarqué para Kuwait. Estaba contento, necesitaba de aire nuevo y descansar.

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